Sin necesidad de encuestas

Manuel Castro M.

La democracia parece que ha permitido el dominio de los hábiles, a quienes incluso con frecuencia se los admira y se los protege, ya sea por interés o por ceguera. No sería nada raro, por tanto, que con ayuda electoral y con propaganda gubernamenta, puedan triunfar los candidatos oficiales.


En ese triste caso sucederá por lo siguiente: Continuará el endeudamiento agresivo a cualquier tasa de interés, para salvar las apariencias que es mayor crimen que destruir la verdad. Se mantendrán los cuarenta organismos de nivel ministerial con sus empleados, vehículos y privilegios.


Los impuestos se mantendrán o subirán con el pretexto de que no se puede detener la obra pública, todo sin rendir cuentas, porque el gobernante saliente ya enseñó que hay que vivir enojado por el bien del pueblo y que la verdad solo está en sus corazones ardientes, mentes lúcidas y las manos limpias.


La Ley de Comunicación se mantendrá intocada porque la prensa seguirá corrupta a pesar de unos guiños o chistes amables del gobernante. Las frecuencias no serán ratificadas a quienes desde antes tenían asignadas y pobre del que reclame pues deberían “ganarlas en las urnas”. La Ley de la Plusvalía quedará igual a pues los “especuladores” igual perdieron en las urnas.


Se pondrán placas de agradecimiento en los nuevos edificios gubernamentales, con leyendas en español, chino y belga, porque la gratitud de un pueblo es inmensa, así no se le consulte.


Continuarán en sus funciones los magistrados del Tribunal Constitucional, de la Corte Nacional, el Fiscal General, el Procurador, el Contralor, los varios Superintendentes, en señal de gratitud por no haber dejado manchar a la revolución, a pesar de “insignificantes” casos como los de Petroecuador y Odebrecht. Desde luego se harán homenajes de desagravio a los funcionarios que recibieron “propinas”, pues no es su culpa sino de la partidocracia que les enseñó a robar.


Y seguirán los mismos embajadores, los mismos maleteros diplomáticos, las sabatinas sin payasos pero con nuevos chistes y lo único que cambiará es que gobernará el vicepresidente desde su rincón.


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