No cachamos oportunamente

Manuel Castro M.

“Las penas leves hablan, las grandes callan”, dice Séneca, es decir la mediocridad campea pues cerramos los ojos sin percatarnos que importa más el futuro que el presente. Un buen grupo se enamoró de Fidel, por su buen inicio, pero siguió con la misma pasión cuando se proclamó marxista, vitalicio y suprimió las libertades. Del otro lado, se aplaudió hace años a Franco porque impidió que España cayera en manos de la extrema izquierda, pero la pasión siguió cuando se convirtió en un gobernante fanático, totalitario.


Hoy, en plena campaña electoral, se dice que casi un tercio de la población ecuatoriana sigue aferrada a una revolución ciudadana que ha fracasado en lo económico, en lo social y que ha destruido el Estado democrático. Y lo más grave una “buena persona” quiere proseguir con un proyecto que asusta.


Mientras en otros países se destapa, se investiga, se encarcela por la corrupción que ha creado Odebrech en el Ecuador las autoridades fiscales, judiciales, controladoras hacen maniobras para no delatar a los posibles coimados. Cortinas de humo se inventan: que las coimas no afectan a los montos contratados, que se investigue al Alcalde de Quito, que los causantes de la corrupción son los paraísos fiscales y los excolaboradores del fallecido gobernante Febres Cordero, quien gobernó del 84 al 88.


Indigna, pues, que no defendamos el futuro y continuemos con la boca abierta auspiciando a un binomio cuya máxima virtud es el silencio, frente a los latrocinios, conculcación de las libertades, afectación de las instituciones claves de un país y lo peor de mal ejemplo a la juventud.


Se convierten en una visión horrible el que no se reconozca que las ventajas hay que conseguirlas honradamente, que la democracia hay que vivirla día a día, que los poetas deben vivir poéticamente no solo escribir. La afirmación no es teórica: No salimos del desarrollo, de la pobreza, somos modernos solo cronológicamente. Cambiemos nuestro destino.


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