Traidores

Dante Alghieri, en su obra La Divina Comedia, coloca a los traidores en el último círculo del infierno, porque la traición es el peor de los pecados. Maquiavelo afirmaba que un político debe estar preparado para ser traidor. El último inca, el quiteño Atahualpa, habría dicho: sembremos corazones de traidores, para ver que frutos dan. La traición es aborrecible porque es infame, así se busquen razones y hasta se justifiquen esos despreciables actos.


La Malinche fue una indígena que traicionó a los aztecas al unirse al conquistador Hernán Cortés y convertirse en su amante y traductora. Sin la Malinche y las viruelas que trajeron los españoles, quizá Cortés jamás hubiese podido conquistar México.


En la Biblia, el símbolo de la traición es Judas Iscariote que vendió a Jesus por 30 monedas plata, pero se suicidó colgándose de un árbol. Quizá reflexionó sobre su felonía. Brutus traicionó a su padre adoptivo Julio César que ante sus asesinos preguntó: “¿Tú también, Brutus?”. El traidor se suicidó agobiado por los fantasmas del César.


En América Latina la traición hizo que fracasara el Congreso Anfictiónico convocado por el Libertador Simón Bolívar.

Consecuencia de la traición fue el asesinato de Antonio José de Sucre en las selvas de Berruecos. En Chile, el general Augusto Pinochet traicionó al presidente Salvador Allende, a quien le había jurado lealtad.


Traicionar es defraudar con prepotencia y cobardía. Es un acto que quebranta la confianza, rompe la lealtad y fidelidad. En derecho, la traición es un grave delito y en política se usa para acusar a los adversarios de traición al no cumplir sus promesas.

¿Los traidores tendrán conciencia de sus actos? Los viles, ¿podrán ver cara a cara a su familia? Traidores hay para cada tiempo y necesidad.


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