La liquidez y el periodismo…

Roque Rivas Zambrano


“Nuestros padres estaban seguros, nosotros caminamos sobre hielo fino”, dijo en una entrevista Zygmunt Bauman, sociólogo polaco que falleció el 9 de enero. Esta frase contiene la esencia de lo que teorizó por años bajo la categoría de ‘modernidad líquida’, que englobaba un momento de la historia en que las realidades que vivían los antepasados -con trabajos estables y matrimonios perecederos- han desaparecido.


La abolición de estas “estructuras fijas” ha generado un mundo en el que todo incita al movimiento, a la búsqueda de nuevas experiencias, pero sin atarse a un lugar específico. El resultado es un estado precario, mutante, ansioso de novedades, de consumo irracional, desgastante.


A partir de 2000, año de publicación del libro ‘Modernidad líquida’, Bauman continuó con obras que retratan la realidad actual: ‘Amor líquido’ (2003), ‘Vida líquida’ (2005) y ‘Tiempos líquidos: vivir una época de incertidumbre’ (2007).


Los conceptos de Bauman se han empleado para el debate en varios campos, entre ellos el periodismo. Hay quienes, como Martín Becerra, reflexionaron sobre los contenidos del “periodismo líquido”: “las personas, el tiempo y el estudio necesarios para comprender y explicar complejas situaciones sociales son reemplazados por el principio de instantaneidad irreflexiva. El periodismo líquido es antiintelectual por definición. Abusa de las opiniones”.


Becerra habla del periodista mendigo, aquel que no interroga y que busca una declaración íntima o espectacular de sus fuentes.


Los medios de comunicación han experimentado mutaciones por más de un siglo y han ideado nuevos modelos de negocio. Pero su mayor reto es la calidad de la información como un asidero en medio de la vorágine, donde “todo lo sólido se desvanece en el aire”.


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