Corruptela y ‘buen vivir’

Kléber Mantilla Cisneros

Una interpelación política y económica de varias autoridades salientes para transparentar los constantes episodios de corrupción está pendiente. La exigencia de un diagnóstico que determine el buen estado de salud de los presidenciables, la construcción del segundo tramo del Metro de Quito, el panorama de libertad para el ejercicio del periodismo de investigación sin autocensura y el pedido de mediación de la Iglesia católica en el conflicto de explotación minera en territorios de pueblos ancestrales, son asuntos que se deben tratarse y debatirse antes de las elecciones de febrero.


Los sobornos, las coimas y los sobreprecios de Odebrecht en Ecuador requieren un listado con nombres y apellidos. USD 33,5 millones denunciados por el Departamento de Justicia de los EEUU bifurcan un camino entre receptores de dinero y la enlodada subcontratación pública desde 2007 a 2016, los favorecidos de los decretos de emergencia y la selección a dedo de proveedores del Estado. Un estereotipo del ‘buen vivir’ para ocultar corruptos. Los que bailan en esas fiestas realizadas en propiedades incautadas a la red mafiosa de Petroecuador o los prófugos cabecillas que hacen turismo en Perú y Miami.


Queda una mancha negra en sobornos y la depredación de recursos naturales tras la figura del supuesto cambio de matriz energética. Claro, la conducción de los llamados sectores estratégicos en entredicho y la participación cierta de Jorge Glas se vuelven un misterio. Aunque la dilapidación de fondos y sobreprecios en la construcción de hidroeléctricas y el Metro de Quito son una realidad, según la óptica de la justicia de EEUU.


Las cifras de la invisible Refinería del Pacífico, la renovación gansteril de la de Esmeraldas o la masiva inutilidad de cocinas de inducción son otro misterio. Todo apunta a las élites recicladas del partido oficial y los asambleístas que nunca cuestionaron la inacción de Fiscalía y Contraloría pero diseñaron leyes para fomentar los pagos ilícitos, contaminar con prebendas contratos y ajustarse al ‘vivir bien’ de pocos, cual casimir de un sastre osado a la medida de su cliente.

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