Malos perdedores

Carlos Freile

En todos los ámbitos de la actividad humana se dan los malos perdedores, aquellos individuos que no aceptan la derrota por ningún motivo, ya sea en el deporte, en los juegos de mesa, en una discusión, familiar o académica, ellos deben ganar y punto. Jamás reconocen que el adversario pudo haber sido superior en el conflicto. Y surgen las justificaciones, los pretextos, desde el penal regalado hasta la ignorancia de los electores, llenaría páginas de páginas con excusas variadísimas y, a veces, muy ingeniosas. Todo parte de defecto que llevamos inserto en nuestro ser desde los orígenes: la soberbia.


Sin embargo, tiene un peso mayor la negativa a aceptar resultados electorales, pues ellos dependen de la voluntad y de la inteligencia de millones de personas, todas ellas con el derecho a votar por quien mejor les parece. Hemos visto en los últimos días campañas en los Estados Unidos dirigidas a oponerse a la posesión del poder por parte de Donald Trump, dicen los que saben que esta es la segunda vez que sucede, así debe ser.


En este caso las campañas anti Trump son financiadas por un famoso millonario amparador de todas las causas políticamente correctas habidas y por haber. ¿Puede tildarse de democrático quien no acepta el resultado electoral porque no se atiene a sus prefrerencias políticas?, es evidente que no. En mi ya larga vida me he tenido que tragar con renuencia y hasta asco ciertas victorias electorales, en el supuesto no consentido de que todas se hubiesen desarrollado en la más absoluta libertad electoral; no tuve la desdicha de vivir en los ominosos tiempos de “no vamos a perder con papeletas lo que hemos ganado con bayonetas” del alfarismo.


Otra vez cae como anillo al dedo el aforismo de Orwell: “En esta granja todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”, en la realidad los políticamente correctos, los progresistas, deberían ganar siempre, porque los otros carecerían de las capacidades mínimas para elegir, ¡serían chimpancés, vamos!


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