La retirada del Presidente

Daniel Marquez Soares

Estamos acostumbrados a escuchar sobre la seducción del poder, los riesgos de perpetuarse en el cargo o la corrupción, imperceptible en un inicio y obscenamente pronunciada al final, que se apodera del alma de los caudillos omnipotentes y populares en demasía. Poco solemos escuchar acerca del riesgo que yace en el extremo opuesto: el de las retiradas irresponsables y la atracción que su comodidad ejerce sobre los líderes.


Hemos preferido creer que, en política, toda retirada es admirable. Esta visión viene de ejemplos como el de Washington quien, pese a tener todo a su favor, terminó con las amenazas a la democracia al renunciar a los poderes especiales que se le habían concedido y volver a su vida de granjero. Dejó un sistema político más sano y fuerte del que había encontrado a su llegada y, en ese sentido, el suyo fue un caso supremamente excepcional.


Las retiradas o concesiones de los políticos suelen darse en las peores circunstancias. Algunos intentaron salvar la dignidad haciéndose a un lado. En verdad les sirvieron el poder en bandeja a los siniestros dictadores que los sucedieron. Su salida fue una maniobra egoísta para intentar salir limpios del desborde de inmundicia que se avecinaba y del que eran parcialmente responsables.


Suele usarse a José de San Martín como muestra de sobriedad y madurez. Su retiro temprano de la política, y los más de veinte años de autoexilio, luego de la liberación del continente, contrastan con la frenética actividad de Bolívar. Muchos consideran, al contrario, que la renuncia de San Martín fue un acto irresponsable que dejaba a las naciones independientes a su suerte.


El presidente Correa habría demostrado grandeza si se hubiese retirado en 2013, con su popularidad en alza y un país en época de bonanza. Hacerlo ahora, en una crisis profunda y con anuncio previo como para incitar al saqueo, resulta irresponsable y cobarde. Sería bueno que se mantenga activo para que emplee su energía, elocuencia y agilidad política en controlar y monitorear la máquina infernal que ha creado, pero sobre todo para responder por ella.


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