La estresante licencia

Por: Ramiro Ruiz R.


Llegué a una fila de carros parqueados en el lado derecho de una calle. Cinco policías revisaban “papeles”. Llegó mi turno. Uno de ellos, me pidió la licencia. Le entregué. Me ordenó que estacione el carro más adelante. “Su licencia está caducada, tiene una multa de los 10% del salario básico y menos 10 puntos, puedo llevarle a la cárcel por cinco días, como dice la ley”. Me quedé lívido. Mis pasajeros eran mi esposa y mi nuera, los gemelos de dos años, toda una tribu.


Mi mujer salió a llorar. Yo en silencio, torturado por la incertidumbre. En la cárcel cinco días podía leer los diarios y la novel Infierno de Dan Brown. Pero era muy difícil escribir, a menos que lleve la computadora de pobres: un cuaderno.


Llegó la esposa sonándose la nariz. Entró y sacó algo de la cartera. Me entregó un billete de veinte convertido en una bola verde. “Entrégale al jefe”, dijo contundente. Así lo hice. El policía me entregó la papeleta de infracción por no ponerme el cinturón de seguridad, 1.5 puntos menos.


Dejé a los tripulantes en casa. Fui a la policía de Otavalo por los requisitos para sacar licencia. Una joven agria me preguntó por mi edad. Entonces me entregó un papelito amarillo donde decía: copia de la cédula, licencia caducada, certificado de un médico general y otro de un cardiólogo. Pero antes tenía que acercarme al Banco del Pacífico y pagar las multas. “Cuando esté listo con los papeles, pida un turno por internet”.


Cumplí al pie de la letra. Estudié seis horas en internet 331 preguntas. Dura la vaina. Viajé a Quito donde el cardiólogo. En mi ciudad le pedí el certificado al médico general.


Después de dos días me acerqué a la policía a enfrentarme al examen. Qué nervios, a los años estudiando.


Otro joven ácido me pidió los documentos. “Falta el electro cardiograma, señor”. Pero jefe no me informaron del electro… “Si usted no presenta el electro, no puedo tomarle el examen”. Viajé a Quito. Volvía pedir otro turno. Esperé otro día y rendí los exámenes más estresantes que he tenido en mi vida desdichada. Le pegué 19 sobre 20. Para que sepan. Descubrí que cuando no se tiene licencia, el castigo es sólo de tres punticos. Los 20 dólares fueron para el desayuno del policía. Los diez puntos y la posible prisión fueron un asunto de terrorismo policial contra la víctima. Lindo país de ignorantitos.