Las obras sepultadas

Daniel Márquez Soares

El lanzamiento de un libro del historiador militar israelí Martin Van Creveld solía ser todo un acontecimiento. La prensa especializada y los académicos se abalanzaban sobre su nueva creación para disecarla y comentarla. Así fue con sus famosos libros sobre la desaparición de los ejércitos tradicionales, la logística militar o el poder, incluso con su biografía de Moshe Dayan. Por eso, lo que sucedió hace poco resulta tan sorprendente.


El último libro de Van Creveld ha sido absolutamente ignorado, triturado bajo la lápida de silencio que le ha impuesto la política. El israelí cuenta que, como occidental, sintió la obligación moral de escribir ese libro, a manera de denuncia de lo que estaba ocurriendo con las fuerzas armadas europeas y estadounidense. El título que eligió fue Pussycats, que significa textualmente gatitos, se refiere a cobardes, pero cuya verdadera traducción es imposible de decir en español. En el, Van Creveld la emprende contra una serie de factores a los que acusa de haber hecho que Occidente salga derrotado en toda intervención que ha emprendido desde la Segunda Guerra Mundial. Dice que las nuevas generaciones son sobreprotegidas y controladas, que el estrés postraumático es un invento reciente, que matar con disfrute es algo muy humano, que la proliferación de oficiales y abogados entre las filas genera ejércitos obesos y mimados, y que la cultura del exceso de derechos ha terminado con la mística militar. El autor, acostumbrado a que las principales editoriales se disputaran sus obras, tuvo que contentarse con una editora totalmente marginal. Pero lo peor fue lo de las mujeres. Van Creveld atacaba la feminización de las fuerzas de Occidente. Demostró, con cifras, que el rendimiento militar de estas era notoriamente inferior y afirmaba que su inclusión forzada había terminado despedazando los estándares de exigencia. Destacaba que en Hollywood se ha puesto de moda mostrar a guerreras mujeres, que se baten sin problema contra sus pares hombres, pero que eso no tiene ningún eco en la realidad, sino que es mera propaganda.


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