Del mal humor al buen humor

Manuel Castro M.

Frente al mal humor del actual gobernante casi oficialmente se ha emprendido una campaña política presentando un candidato oficial cuyas mayores virtudes son ser “buena persona” y “con gran sentido de humor”. Así se ha ofrecido un continuismo con otros nombres y tal vez con sabatinas salerosas, desde luego sin afrontar la crisis política, la inmensa deuda pública, el hiper presidencialismo, la falta de división de poderes. Es decir, se ofrece una República de chiste, con olvido, sin fiscalización, con los mismos jueces, fiscales, superintendentes, con igual desempleo y falta de inversión extranjera.


Lo cierto es que el oficialismo continuista trata de persuadir al elector para que vote en forma inconsciente y emocional, desde luego al que no tiene empleo o interés en el ‘proyecto’. Dado el corto tiempo de la campaña electoral se trata de que se vote con el corazón no con lógica, sumado a una propaganda con careta revolucionaria y unos escasos chistes, que ayudan a salir del paso o de la vida.

Cuenta Díaz Plaja que en la guerra civil española una facción llevaba a unos camaradas del bando contrario a fusilarles monte arriba en una gélida madrugada, de pronto uno de los prisioneros, titiritando de frío, se dirigió a sus verdugos y les dijo: “Qué pena me dais vosotros, que tenéis que regresar”.


Es obvio que todos los candidatos presidenciales quieren ganar, unos llegando a una segunda vuelta y otros en la primera, porque no hay como darle de baja al ‘General Descontento’, el cual no tiene otro jefe supremo que la tan usada voz del pueblo,


En nuestra actual situación como país se debe pensar que es más difícil obtener la confianza que el éxito. Casi diez años han pasado desde que se habló o se implementó el socialismo del siglo XXI y los resultados han sido nulos, pues el dispendio, la prepotencia y una errada política económica e internacional son evidentes, tanto que desde el mismo oficialismo se clama por rectificaciones en su próximo gobierno.


Oportuno meditar lo que dice Zweig “Primera muestra de una auténtica vocación política lo es, en todo el tiempo, el que un hombre renuncie desde el principio a exigir aquello que es inalcanzable para él”.