El aguacate

Jorge Oviedo Rueda

Los cronistas de indias decían del aguacate que era la fruta del paraíso. Su pulpa carnosa fue considerada un sabor exótico y, al igual que del cacao, a su alrededor se crearon mitos curiosos y simpáticos.


Pero ahora resulta que su fama ha llegado a dos de los más grandes mercados del mundo: Estados Unidos y China. Los norteamericanos pagan a razón de un dólar cincuenta por unidad y el mercado chino está dispuesto a aumentar el precio. Esto, ¿qué significa?


El estado de Michoacán, en México es el principal productor de aguacate. Satisface la demanda interna y ahora se orienta al mercado norteamericano. Para lograrlo tiene que ampliar la superficie agrícola. Los pequeños y medianos agricultores matan los bosques de pinos para poder hacerlo; pero el aguacate requiere el doble de agua que un bosque denso, razón por la cual los riachuelos de Michoacán reciben menos agua, además que el aguacate le está quitando su hábitat a la mariposa Monarca. Todo en cadena.


El origen de esta potencial tragedia está en la existencia de una demanda incontrolada que lleva al campesino pobre a satisfacerla sin que pueda, ni quiera, ver las trágicas consecuencias. Es el derecho a la vida que a estas alturas se ha vuelto incompatible con los recursos naturales. La lógica del lucro choca con el pensamiento sistémico. La libertad de producción en el marco de las relaciones capitalistas de producción nos está obligando al suicidio lento.


Las grandes corporaciones capitalistas del mundo lo saben, por eso planifican la economía global; pero la planificación globalizada significa la esclavitud de las masas. El pensamiento sistémico rompe con esa lógica y regresa al flujo natural de los sistemas, controlando la demanda irracional para poder preservar la vida.


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