¡De urgencia!

Jorge Oviedo Rueda

Pende sobre la humanidad la espada de Damocles. No es la Tierra la que está muriendo, pues ella, a pesar de todo, permanecerá. Es la civilización humana la que está llegando a su fin.


El calentamiento global es una prueba de ello. No es una causa, es un efecto. El capital, para garantizar su bienestar, sigue arrasando la naturaleza, con lo cual altera mortalmente los ecosistemas. La Madre Tierra está reaccionando. La causa es el sistema de producción. Mientras más eficiente, más destructivo.


Otra prueba de ello es de carácter subjetivo. La gente asocia el buen vivir con el confort que la industria proporciona. Una familia promedio consume bienes de cambio para su bienestar, con lo cual alimenta la demanda que la industria satisface, creando un círculo letal.


A los líderes de las naciones del primer mundo no se les puede pedir que tomen conciencia de este drama, porque ellos son los dueños del mecanismo, sí a las naciones del Tercer Mundo. Miles de antorchas individuales pueden hacer la luz.


Lo triste es que en países como Ecuador los liderazgos políticos siempre terminan de rodillas ante el poder mundial; pero todavía es más triste que los líderes políticos y de opinión hagan de esta temática su bandera de lucha, pero jamás su compromiso.


Frente a esta amenaza no es suficiente la denuncia. Esta es una causa que requiere compromiso militante, lo que quiere decir compromiso ideológico. Hay que volver a la tierra como condición para salvar a la humanidad, desmontar el andamiaje industrial al mínimo necesario y comprender, a conciencia, lo que significa construir una nueva civilización sustentada en bienes de uso y no de cambio. Esta es una causa que requiere de mártires.

¿Cuál de nuestros políticos puede asumir este compromiso?

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