La otra mitad

Daniel Márquez Soares

No pasa una semana sin que el Gobierno anuncie y celebre alguna nueva ingeniosa medida para dejar atrás el mal momento económico. Un préstamo, una concesión, paquetes de incentivos, inversiones focalizadas, reformas tributarias; todos son instrumentos de esa bulliciosa orquesta gubernamental que anuncia una velocísima recuperación en la que se ha vuelto difícil creer. Al final de cuentas, todo el festejo del régimen deja un hueco inmenso: se hace hincapié en lo mucho que estamos ganando, pero nadie nos está recordando el precio que tendremos que pagar.


Se celebran los préstamos como si fuesen ganancias. No es así: es dinero que un día tendremos que pagar todos los ecuatorianos y sería bueno que nos explicasen, desde ya, cómo vamos a hacerlo y cuánto nos tomará. ¿O es que acaso el plan es, como siempre, dejarle la bomba de las deudas al próximo gobierno?


Se supone que debemos festejar esas concesiones en las que el Estado no debe poner un centavo. Ya que nada es gratis es obvio que, si no está poniendo dinero en efectivo, al menos debe estar cediendo algo a las concesionarias, renunciando a algo, para que estas acepten. Sería bueno que nos recuerden cuánto es y, sobre todo, cuánto puede llegar a. A la larga, desde la época de la construcción de los canales de Suez y Panamá, se sabe que esos contratos suelen traer problemas con el paso de los años.


Está bien festejar todo el apoyo a la producción, pero también tenemos derecho a saber quiénes son los grandes beneficiarios de ese apoyo. ¿A través de qué grupos se canalizan esos recursos y quiénes son los receptores de las políticas, medidas y obras del gobierno que, supuestamente, promueven la producción y la generación de empleo?


Esa es la otra mitad de la verdad que necesitamos saber, pero que no hay oposición, ni dentro ni fuera del Gobierno, que quiera decirla, ni prensa, pública o privada, que pueda recordárnosla. En el fondo, no queremos saberlo, porque la refundación de la Patria no ha sido más que una reedición de nuestra maldita historia que siempre nos lleva a solucionar el presente endeudando a los ecuatorianos del futuro y recurriendo al caro, carísimo, auxilio de los grupos económicos más poderosos.


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