Desde chiquito

Daniel Márquez Soares

El modo de vida criminal es algo que se adquiere muy temprano en la vida. Ya sea en el caso de Billy the Kid, de Pablo Escobar o de cualquier otro célebre bandido de siglos atrás, cuando era difícil alcanzar notoriedad porque las autoridades los colgaban rápido, se observan patrones claros. Los verdaderos exponentes del mal suelen haber tenido, ya desde su infancia, un cercanísimo contacto con la violencia y, a partir de ahí, ejercen activamente la delincuencia desde que son adolescentes. A la larga, el delito, como toda actividad, requiere práctica para alcanzar la maestría; es comprensible, y previsible, que empiecen cuanto antes.


Así, gracias a ese darwinismo social extremo que caracteriza al bajo mundo, mientras unos terminan muertos o presos, otros prosperan y crecen en el mundo del hampa. También hay aquellos que se alejan de ese mundo y consiguen extirpar la ilegalidad de su vida; no obstante, nunca consiguen librarse del legado que esa vida deja en su personalidad y su comportamiento. El pasado criminal inculca ciertos códigos y mañas, ciertos hábitos conspiradores y maquinadores, una habilidad para engañar y tener doble cara, una capacidad de manipular y acallar la conciencia, de los que es dificilísimo desprenderse.


Muchísimos líderes de tiempos recientes tienen, o tuvieron, un abultado pasado criminal: Mussolini y su adolescencia navajera, Stalin como integrante de una banda, Malcolm X y su juventud de estruchante, Fidel Castro y su vida universitaria pistolera y mafiosa. Es imposible comprender la sicología y los actos de ese tipo de hombres sin acudir al elemento delincuencial que permeó su forma de ser desde los inicios de su juventud. Es difícil encontrarse con alguien que haya abrazado la criminalidad tarde en la vida o con un delincuente que no tenga un registro, una detención, que date de sus primeros años de carrera.


En estas épocas de paranoia y especulación, en la que todo el mundo se pregunta quién es bueno y quién no, que se habla de supuestos discretos genios del mal, recientemente corrompidos, que rigen nuestros destinos, quizás lo mejor sea buscar la verdad en el pasado de cada uno de los sospechosos.


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