Lasitud

El deterioro de la credibilidad del Gobierno está en su clímax. Un ministro justifica, con cara de-yo-no-fui, que por ‘una dosis de inteligencia financiera’ nunca se aseguraron edificios públicos ante un terremoto porque esto ocasiona más perdidas que reposiciones, según dijo.

No obstante, es obvio que las compañías aseguradoras manejan aportaciones que cubren diversos tipos de riesgos de las unidades económicas de producción y consumo bajo el principio de mutualidad y solidaridad. Estas crean un patrimonio autónomo para hacer frente o aminorar desastres.


Entonces, si son un mal negocio o es inadecuado para el Estado, ¿para qué existen? ¿Por qué hay leyes que garantizan la recuperación de la infraestructura educativa ante desastres? ¿Cabe degradar más así a la institucionalidad pública con las aseguradoras y reaseguradoras? ¿Y qué dicen los clientes de esta rentable actividad financiera?


El hecho es que la Unidad Educativa del Milenio de Pedernales quedó en escombros después del terremoto del pasado 16 de abril y otra vez hay que volver a gastar USD 4,5 millones por su construcción, más los costos por demolición de la actual. Sin seguro ni algún reparo ante el dispendio, la autoridad actual encubre el agotamiento de la ciudadanía para reclamar. No hay contralor. No hay fiscal. Sencillamente, no hay a quién ni cómo reclamar. Al parecer, al cierre del correísmo, la burocracia cierra los ojos por costumbre ante el saqueo cotidiano de toda una década.


Sin embargo, el escenario del no aseguramiento público denuncia dos tragedias: la confianza no funciona en lasitud porque se acabó hace rato, pues ahora es una palabra sin contenido en el país. Y, lo segundo, es la tragedia del cansancio y no saber cómo enfrentar una transición porque un país sobrevive con fiebre de inmoralidad porque alguien trastocó sus valores y anuló principios por conveniencias personales; y, lo peor: cuando el saqueador desdibujó imaginarios y se engulló la última esperanza.


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@klebermantillac