La izquierda conservadora

Las verdades absolutas no existen ni en la política ni en las ideologías, cuyo fin es simplemente el poder. Como dice Foucault: “Alcanzar la inmortalidad es la máxima aspiración del poder”, aunque las cosas sean de distinto modo a como las presentan.


Por ello en Latinoamérica se está tornando a algo que no es pendular sino racional. La “revolución bolivariana ha resultado un fiasco”, sobre todo no “por su amor a los pobres” sino por haberse basado en un seudo marxismo que es un radicalismo en el que a sus líderes jamás se les pide que digan la verdad, sino que se les pide una posición profética, esto es lo que hay que hacer, que es adherirse a ciegas a un marxismo del siglo XIX ahora fracasado.


La orden internacional ha sido cumplir como dispusieran en su momento Castro, Chávez, Kichner, Correa, quienes en sus gobiernos han impuesto imperativos intelectuales, morales y políticos. En el Ecuador han sido los de Alianza PAIS. Algunos ridículos como prohibir las corridas de toros, las peleas de gallos o beber los domingos o funestos como declarar a toda la prensa independiente como corrupta. En resumen: gobernar demasiado no es gobernar.


Frente a esto nuestra izquierda ha pasado de revolucionaria a conservadora, es decir inmóvil.

Los caballeros Enrique Ayala, Alberto Acosta, César Montúfar, pachacutis, doctora Romo, doctores Larrea, se han convertido en momias ideológicas y lo grave, es que siguen apostando por una izquierda en extinción, pues no se han percatado de que la historia no se repite, que el retorno político no existe, que Marx por cierto siempre estará en el pasado histórico y clásico, pero que el marxismo se ha convertido en una especie de filosofía monástica mientras el mundo quiere ejercer la libertad, no proclamarla, busca la prosperidad aun a cambio de grandes sacrificios, lejos de luchas de clases o de estados ateos o religiosos.