Con sus amigos

Con sus amigos

Hace veinte años, el periodista y viajero Robert Kaplan solía repetir que en 1900 la mayoría de males que harían del siglo XX el más violento de la historia aún carecían de nombre. Fascismo, comunismo, terrorismo, narcotráfico, genocidio, armas nucleares, eran términos tan poco comunes, o del todo inexistentes, al inicio de aquella centuria, que fueron acuñándose sobre la marcha. Por ello, decía Kaplan, era justo y lógico suponer que los peores males de siglo XXI serían fenómenos, movimientos e ideas para los que aún ni siquiera tenemos nombre y que aún somos incapaces de imaginar.


Para estas alturas, ya está claro que para las democracias subdesarrolladas, como Ecuador, una de las principales amenazas es ese tipo de gobernador al que Joel Simon ha denominado “democrator” (una suerte de mezcla de demócrata y dictador).


Los democratores son un producto de nuestro siglo, el predecible producto de la mezcla de pobreza, desigualdad, nula tradición democrática, medios de comunicación y elecciones libres. Son gobernantes que son electos democráticamente y gozan de alta popularidad, pero que muestran un marcado desdén por todos esos otros elementos que constituyen también la columna vertebral de la democracia: opinión pública, prensa libre, separación de poderes, oposición, libertades civiles, etc. No importa qué tanto vulneren esas instituciones, los democratores salen electos una y otra vez porque su popularidad, obscenamente gigante, se basa en la supuesta garantía de crecimiento económico, seguridad y estabilidad para las grandes masas.


Rafael Correa exhibe una preocupante flexibilidad teórica con respecto a la democracia. Defendiendo a Castro, por ejemplo, le dijo a Jorge Ramos que la democracia liberal occidental no es el único tipo de democracia. Le gusta cultivar la amistad de los más célebres democratores del mundo: Putin, Erdogan, Lukashenko, Chávez (+). Ya anda también en coqueteos con los angoleños y sorprende que no sea amigo aún del más brillante de todos: el ruandés Paul Kagame. Si tenemos en cuenta que los amigos suelen ser quienes constituyen, en gran parte, nuestros referentes y configuran nuestras nociones de normalidad y corrección, los ecuatorianos tenemos razones de sobra para preocuparnos.


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