ESPEJISMO Y PESADILLA

Hace pocos días, el Presidente de la República afirmó que Ecuador no está en crisis. Entonces viva la tranquilidad. Tenemos fiesta. Aquí no pasa nada. Vivimos radiantes. De manera que no tiene sentido que exista más el ministerio de la felicidad.


Veamos de qué se trata la alegría del buen vivir. En estos años de revolución, la política extendió el rencor a la empresa privada, el Gobierno cerró posibilidades de inversión nacional y externa, contrató la construcción de muchas represas de costos millonarios, construyó carreteras con precios altos, creó ministerios y multiplicó la burocracia. Políticamente insistió en crear la falsa imagen de gobiernos ineficientes del pasado, inventó enemigos como la prensa y el imperialismo. Se deshonra a la oposición, se encaja en la mente de los ciudadanos comunes que el proyecto único de la revolución ha sido extraordinario. Esta ha sido el escenario de la revolución.


Para febrero, la deuda externa llegó a los 36 mil millones de dólares. Según las matemáticas, significa que cada ecuatoriano adeudamos 2.577.420.500. Se incluyen niños, mujeres, viejos, discapacitados, curas, monjas, jubilados, encarcelados. Cientos de ecuatorianos no tienen trabajo. Los aprietos económicos traen problemas sociales y sufrimiento.


Las dificultades llegaron a los municipios y prefecturas. No tienen dinero para pagar sueldos. Estarían obligados a suspender la ejecución de algunos proyectos y pagar los salarios a funcionarios y trabajadores. Primero es el pan de las personas.
Bajó el precio del petróleo y la fiesta terminó. De manera que la crisis no es sólo una opinión de economistas pocos serios y de los medios de comunicación que informan la realidad de lo que pasa en este lado el mundo.


El socialismo del siglo XXI sólo fue un espejismo y terminó en una pesadilla.