Esperando el accidente

Esperando el accidente

Entre los libros más importantes del momento, aquellos que la prensa mundial y los intelectuales recomiendan, se cuenta una biografía de Alexander von Humboldt, de autoría de Andrea Wulf. Para cualquier ecuatoriano, es inevitable lanzarse a devorar, conmovido, aquellas páginas que narran el paso del celebérrimo prusiano por nuestras tierras.


Aunque uno se deleite con las descripciones que hacen Humboldt y su biógrafa de nuestra tierra en aquel entonces, con la narración de su icónica ascensión del Chimborazo y con el recuento de las relaciones que mantuvo con miembros de nuestra élite, hay un hecho que no deja de llamar la atención: su presencia en nuestro país fue producto de un accidente. Efectivamente, al igual que la venida de la misión geodésica tantas décadas antes de él, Humboldt terminó aquí por una mezcla de azar y caprichos ajenos a nosotros. Tras no haber podido unirse a la expedición de la que quería formar parte, terminó abandonado en Latinoamérica y optó por adentrarse en ella.


Parecería que nuestro ingreso a la modernidad fue de suerte, de carambola, por mera misericordia del destino. Muchas de las grandes mentes que a lo largo del XVIII y el XIX incidieron en nuestro progreso fueron traídos por el azar. Los productos, desde la cascarilla hasta el petróleo, que nos han permitido abrazar el progreso en diferentes momentos no han sido creaciones nuestras, sino de accidentales habitantes de esta tierra. Es como si nuestro ascenso o declive terminase dependiendo del destino y de los accidentes.


En estos tiempos de necesidad, nuestro debate económico gira alrededor de tozudeces como si debimos habernos gastado la plata del petróleo antes o después, si tuvo que habérsela gastado la gente o el gobierno. Pero nadie discute acerca de cómo vamos a generar más dinero o reemplazar esos ingresos petroleros. No hablamos de crear, sino de repartir, como si en el fondo estuviésemos convencidos de que siempre, tal y como ha sucedido a lo largo de la historia, tendremos suerte y aparecerá algún otro accidente que siga empujándonos hacia el progreso. No debemos mover un dedo, sino apenas esperar.

[email protected]