Liderazgo de valores

Es entendible que los pueblos latinoamericanos –cuyo mayor valor es la paz que vivimos, a pesar de los problemas sociales y económicos- hayan aspirado a la justicia social y equidad que le ofrecía el populismo socialista. Pero el fracaso y la desilusión que han producido tales populismos, hoy son evidentes.
Lo sucedido en Argentina es un golpe devastador para el populismo socialista.

Venezuela ha rechazado contundentemente al chavismo, por su fracaso económico, y porque su liderazgo simplemente ha servido para desunir a un pueblo, a suprimir las libertades y ha dado como resultado la pobreza y limitaciones para todos. Brasil ya no soporta la falta de honradez en el manejo de la cosa pública. En Panamá se exige que la corrupción, sea de izquierda o de derecha, sea perseguida y sancionada.


Los gobiernos de Nicaragua, Ecuador y Bolivia, enfrentan reclamos populares por sus permanentes abusos, por la falta de libertades, por el hermetismo en el manejo de la cosa pública y, en general, por sus deficientes resultados económicos y sociales. El pueblo se ha percatado que solo interesa el poder permanente de algún líder o de un partido político.


Lo políticos oficialistas o de oposición deben comprender que los pueblos latinoamericanos lo que quieren –y lo demuestran en las urnas- es un liderazgo de valores. Esos valores que los pueblos reclaman y exigen de pie son: libertad, honestidad y transparencia. No quieren que el Estado les regale nada, reclaman la vigencia de los grandes valores. La Ética, por suerte, se ha puesto de moda.


Hay que encontrar el clásico sentido de la política, que no es acabar al adversario o culpar de todo mal al pasado. Esto supone que los políticos –sus nuevas generaciones, pues nadie se baña dos veces en el mismo río- tienen que estar atentos a lo que ansían los pueblos de América Latina. Seguro que ese mismo pueblo –siempre variado y diferente, como todo en la vida- no quiere que se cometan los mismos errores, en el fondo la sabiduría popular lo que aspira es que la política se convierta en ciencia y en arte, que es su esencia fundamental.


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