Ojo con los despechados

Los que piden no volver al pasado no se dan cuenta que el pasado ya no existe, que nuestra influencia sobre el pasado es nula, que solo se da en las películas de Walt Disney. Si en Ecuador se reniega del pasado, se reniega, por ejemplo, de Atahualpa, Rumiñahui, Calicuchima, las Manuelas, Santa Mariana, Rocafuerte, García Moreno, Montalvo, Alfaro, Velasco Ibarra, Galo Plaza, González Suárez, el Santo Hermano Miguel…


Cuando Argentina ya no llora, porque ganó Macri, y Venezuela ha derrotado contundentemente a los inmaduros chavistas, no faltan los optimistas desinformados que gritan: “Hasta la victoria siempre”. En los gritos afónicos no está el peligro, está en los que quieren actuar como Sansón: “Aquí mueren hasta los que no son”.


Se amenaza el envío de leyes que lo único que acabarán es con la paz en el Ecuador y nuevas enmiendas para pasarnos socializándolas hasta que se acaben los pocos dólares. Las enmiendas aprobadas en paquete solo han demostrado que ciertas almas descargan sus pasiones en falsos objetos cuando les faltan los verdaderos.


Pero las malas leyes engendran injusticias y peligros. Cuando se habla de que cómo no hay guerras fronterizas, los militares tienen que cumplir otros roles: de bomberos, policías, aduaneros, guardabosques, se está diciendo que ya son necesarios los militares. Cuando se niega que la Contraloría fiscalice la gestión pública, aparte de que se recortan sus derechos, se impone un Estado totalitario impune.


Cuando se aprueba “transitoriamente” la reelección indefinida, más parece una añoranza poco revolucionaria de las monarquías. Cuando se aprueba que la comunicación sea servicio público, se hace escarnio de Eugenio Espejo, un hombre del pasado que nos enseñó a amar la libertad y a detestar el despotismo.


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