¡Tumbar a Correa!

Cuando la hipnosis colectiva llegó a su fin, la oposición en el Ecuador sacudió la cabeza, miró a su alrededor y se preguntó, y ahora ¿qué hacemos? Aturdida todavía por el sopor del encantamiento correísta se dijo: hay que combatir al tirano.


Desde entonces, tumbar a Correa se convirtió en una especie de deporte nacional. No había requisitos para participar, se podía ser manco, de derecha, minusválido, de izquierda, descerebrado, de centro, de dónde sea, lo que importaba era apuntar al blanco: Rafael Correa Delgado.


Esa fiebre parece haber pasado. Esa clase media alta que se cree todopoderosa, ahora le apuesta al cambio electoral, apoyando a Lasso u otro parecido. Está segura que al fin podrán cantar victoria; pero la cosa no es tan fácil. La enmienda propuesta por AP está cargada de dinamita.


Si en las elecciones del diecisiete gana el correísmo continúa la fiesta del “progresismo”. Correa será el poder detrás del trono y sus adláteres pondrán la cara para administrar la crisis, crecerá la protesta popular y, sobre su lomo, la extrema derecha se empeñará en caotizar el país.


Será un panorama de desorden, de confrontación, que sin la figura del caudillo, amenazará la “estabilidad democrática”. Si no se impone un golpe militar, de la sombra volverá Correa como el salvador de la patria. El libreto está escrito. Con la reelección de Correa, Alianza PAIS estará cerca de veinte años en el poder.


Cierto que ya nadie piensa en tumbar a Correa, pero ya es tiempo de organizar el partido del pueblo que le niegue al caudillo volver a capitalizar la protesta popular, ya es hora de construir una vanguardia político-espiritual que luche por el poder y tenga éxito, que siendo revolucionaria cambie la triste realidad de los ecuatorianos.


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