No para periodistas

Recuerdo la anécdota de una de mis estudiantes que vivió en México. Durante sus primeros meses en este país, creyó que era una buena idea contratar un seguro médico que la pudiera auxiliar en cualquier emergencia.


Todo el trámite marchaba con regularidad hasta que le preguntaron: “¿Cuál es su profesión?” Mi alumna, sin pensarlo dos veces, respondió: “Periodista”.
La palabra poseía el poder de congelar el tiempo. Quien la atendía no pudo avanzar. Debía darle una mala noticia: los periodistas no solo que no eran sujetos de préstamo, sino que, además, no podían acceder a un servicio de salud. Le recomendaron cambiar de ocupación si quería conseguir protección, porque en México la vida de un reportero carecía de valor.


El dato publicado por el portal Sinembargo.mx, de que un periodista es agredido cada 26,7 horas, certifica que no existen garantías para quienes desarrollan este oficio. La impunidad frente a los abusos contra profesionales de la información es una condición que se repite en cada caso y certifica que se trata de uno de los lugares más peligrosos para la profesión.


Según Reporteros Sin Fronteras, en la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido. Asimismo, los medios de comunicación son blanco de ataques armados y de amenazas. El narcotráfico aparece entre las problemáticas que inciden en este fenómeno. Ante los grupos de poder que manejan las redes de comercialización de drogas, los periodistas han tenido que optar por callar para proteger su integridad.


En este contexto, el espectáculo y el entretenimiento son las temáticas que acaparan las agendas mediáticas. La necesidad de hacer investigaciones sobre temas de violencia decrece y cada vez es más palpable que México no es lugar para periodistas.


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