Lo que sobró

En teoría, la cultura es un producto que obedece a las exigencias del entorno y los estímulos del sistema. Se supone que cada cultura es una respuesta óptima a las condiciones que rodean a un pueblo; sus practicantes, por simple prueba y error, han descubierto que ese conjunto de comportamientos es el que mejor funciona ante la situación dada. Actuar como japonés es lo mejor en Japón; actuar como brasileño es lo mejor en Brasil. Hacerlo como japonés en Brasil, o como brasileño en Japón es, por decir lo menos, ineficiente, cuando no suicida.


Pero la nuestra es la cultura de lo que sobró. Donde alguna vez hubo, debe haber habido, un comportamiento que obedecía a un entorno, ahora ya solo quedan rezagos que ya no obedecen a nada más que al azar de no haber sido aniquilados. Es patético, por ejemplo, ver a tanto intelectual celebrando la supuesta cultura indígena del páramo, como si los indios, siglos atrás, hubiesen sido cretinos que, solitos, eligieron esa tierra yerma, seca, fría e ingrata, e hicieron de la miseria y el alcoholismo bellas artes.


Deberían recordarle al país que los indígenas fueron empujados a esa tierra, la única que los blancos no quisieron. Fue la gente que sobró de la matanza, la que ni los gérmenes ni el acero ni la mita pudieron devorar, destinada a la tierra que sobró de la repartición; un pueblo al que se le arrancó el propósito para un suelo que nunca tuvo propósito. Lo que sobrevivió fue una cultura sin propósito. Lo que sobró.


Desde entonces la justicia histórica ha hecho que, de ahí en adelante, todos sobremos. Se quedaron los españoles que sobraron y quedamos sobrando cuando la modernidad y la civilización no llegaron a esta tierra. Cuando las colonias se emanciparon y la Gran Colombia estalló al poco tiempo, volvimos a sobrar: nadie nos quería para sí. Nuestra cultura es lo que sobró de tanto abandono, comportamientos irracionales que solo obedecen a un pasado de añoranza.


Por eso no hay que extrañar aquello que, conforme avanzamos, deja de existir. Porque no es cultura. Son apenas los escombros resultantes de cataclismos que, para superar los complejos y la vergüenza, hemos preferido olvidar.


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