Encebollado y haraquiri

Mucha cebolla, pescado picado y aceite caliente. En una receta de populismo insensato como cuando queda salado un plato típico, el vertiginoso camino del dispendio público sumada la mofa siempre amenazan con acelerar cualquier crisis o agrandan el tamaño de la recesión. Un sarcasmo o, mejor, un eufemismo del correísmo es pretender con ‘El mundial del encebollado’, y mucha propaganda picante, salvar los muebles que quedan y decir que es posible revertir el dispendio de casi una década, reactivar la economía y reconfigurar ese rostro masacrado con mucho maquillaje y cirugías plásticas.


Lo habitual de una simple y vulgar tiranía es la extravagancia.
Caso 1: un chascarrillo sabatino lanza el Gobierno cuando el papa Francisco visitó el país y usó algunas expresiones del visitante como un supuesto apoyo político ante la arremetida y la expansión del malestar ciudadano expresado en las calles, horas previas; pero, semanas después, achacó de protagonismo e incursión política al mismo Arzobispo de Guayaquil y a toda la Iglesia Católica por abogar otra forma de diálogo. Un secretario presidencial descortés le manda al curita a debatir con los grupos homosexuales y después un canciller juega a los dados con el resto de obispos para calmar tensiones.


Caso 2: un encebollado sin receta previa es como el monólogo real que impone un día salvaguardias al comercio exterior y, a las semanas, le ruega a la ciudadanía que no vaya de compras masivas a Ipiales y Pasto, en Colombia, mientras diga que salva a Tulcán por no cobrar el impuesto a la renta.


Caso 3: algún ‘sabelotodo’ negocia con China, su prestamista financiero e ideológico, un petróleo que aún no lo explota y empeña la reserva de oro; y, después, compra atormentado crudo de otro país para tener algo que colocar en una refinería recién rehabilitada.


Otro plato pero sin limón es la persecución, el castigo y la autocensura al pensamiento libre. Al periodista Martín Pallares lo despiden porque alguna mente suprema canaliza bajas pasiones y logra convencer que los periódicos insustanciales o sin contenido solo sirven para madurar aguacates. Ese mismo demiurgo que monta y arma panfletos, pero al final despide a sus periodistas y quiere olvidar que infló por una década esa maquinaria política tanto en funciones, gestión, burocracia y gasto. Más que un jaque mate de ajedrez parece los previos de un haraquiri.

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@klebermantillac