La moda oscura

Resulta que todos sabían. Vivimos la época del “se los dije”. Finalmente, el lobo ha aparecido, así que la pléyade de Pedritos mal disimulan su alegría ante el hecho de que la economía del país se está yendo al demonio. Ellos también sufrirán, pero más importante y gratificante les es ver al resto sufrir, sobre todo a esos odiosos que hasta hace poco les restregaban su éxito político en la cara.


Lo curioso es la fuerza con la que, ante esta mala época, ha vuelto esa doctrina pesimista, en una versión corregida y aumentada. Explican, con seriedad y abundante información de respaldo, que Ecuador jamás tuvo ni tendrá un futuro mejor que ese mismo atraso, repleto de intrascendencia y pobreza, en el que lleva sumergido siglos. Los momentos de prosperidad y crecimiento, dicen, han sido meros productos de la suerte; han sido, son y serán la excepción, no la regla. A partir de un mal momento, se elabora una teoría trágica del país y su historia.


Esta visión reza que Ecuador está atravesado por una geografía maldita, que nuestro mercado es diminuto, que los ecuatorianos somos un atajo de incompetentes que encarnamos todos los vicios que devienen de la pereza y la picardía, y que, para variar, como si lo anterior ya no bastara, estamos rodeados de vecinos igualmente miserables que, lejos de ayudarnos, conspiran para mantenernos junto a ellos en el pantano. Todo cálculo macroeconómico nos devuelve la certeza de que es imposible el progreso.


No queda sino aquello que el Bolívar tardío y amargado aseguró que era la única opción inteligente en América Latina: emigrar.

Largarse y no volver, buscar disolver al cabo de pocas generaciones todo rasgo de sangre e identidad ecuatoriana en una sociedad más próspera, dejar que esta tierra se vuelva una suerte de patético contenedor sin propósito de todos los que no fueron lo suficientemente cuerdos ni competentes como para marcharse.


Esta es la forma de pensar que se ha puesto de moda, sobre todo entre los más favorecidos e iluminados. No obstante, es difícil entender cuál es el placer cínico y masoquista de creérsela y vivir fiel a ella.


[email protected]