La carta a Leopoldo

Luis Almagro, secretario General de la OEA, en una reciente carta abierta dirigida a Leopoldo López, líder de la oposición venezolana y que hoy tiene la calidad de preso político, no pudo ser más claro al denunciar, una vez más, sin reticencias, la falta de democracia e inexistencia de un Estado de derecho en ese país.

En verdad, Venezuela, bajo el régimen despótico de Nicolás Maduro, no sólo que atraviesa momentos difíciles en el ámbito económico y social, que tiene una clara connotación en el campo humanitario, sino también un inocultable quiebre de su sistema democrático. Hablamos de la concentración del poder en el Ejecutivo y, con ello, la fatiga de los resortes institucionales lo que lleva a etiquetarlo como una especie de estado fallido.

Los niveles de violencia y repugnante corrupción colocan a Venezuela entre los países más inseguros y con falta de transparencia en el mundo. La decencia política en el oficialismo chavecista simplemente ha desaparecido, al igual que los sueños de los venezolanos que buscan con desesperación, más bien, en el exterior, mejores días para sus familias.

De ahí que la debacle de Venezuela deba ser resuelta por su pueblo. El Secretario General de la OEA, a propósito del referéndum revocatorio que ha sido permanentemente obstaculizado por el Presidente Maduro y sus obsecuentes empleados en sus diferentes niveles y dependencias, destaca “toda solución de crisis institucional se resuelve en la legitimidad que otorga el pueblo. Toda polarización de la dirigencia política, que induzca a una crisis, hace necesario consultar a la gente”.

Y es que Venezuela vive momentos dramáticos, convertida en una gran bomba de tiempo, que amenaza con explotar y afectar a la región. El silencio irresponsable de una comunidad internacional indiferente no puede continuar. (O)

@giovannicarrion