La burbuja

Cada día mueren ecuatorianos a manos de criminales y las autoridades maquillan los motivos con eufemismos: “ajuste de cuentas”, “líos entre bandas”, “intento de robo”. Todos los días, miles familias en diferentes ciudades soportan balaceras cerca de sus viviendas. En escuelas y colegios, las drogas circulan como caramelos y, desde 2019, los pocos centros de tratamiento de adicciones tienen que vérselas cada año con 20.000 pacientes, algunos de apenas 10 años de edad. La invasión de bandas criminales y la cúpula correísta avanzan a paso firme, con el único objetivo de arrebatar el poder que no lograron en las urnas. Mientras tanto, en las altas esferas del poder se brinda con copas de cristal por un Bicentenario que pasó sin pena ni gloria.

En la Asamblea, una comisión de correístas de diferentes ‘colores’ está a punto de suplantar a las autoridades, pero los legisladores se la pasan entre chismes de barrio y teorías de conspiración. No trabajan ni tramitan las leyes que ayudarían a solucionar los problemas de la gente.

El capataz de la Justicia, el Consejo de la Judicatura, sigue enfrascado en pleitos y no termina los procesos de designación de jueces y fiscales, mientras los ecuatorianos sufren demoras absurdas por la falta de celeridad en los juzgados.

La angustia crece y el descontento es generalizado. Comprensiblemente, el proyecto de revocatoria del mandato del Presidente está ganando impulso —aunque sea dirigido por un ‘influencer’ cuya ‘marca personal’ es producto de los mismos medios que hoy lo critican—. Bien haría Guillermo Lasso en escuchar, incluso en saborear por un minuto, todo aquello que atormenta a los ciudadanos que, en pocos meses, deberán acudir a las urnas otra vez.