El final

JORGE ZAMBRANO ANDRADE

Enero será el mes que sin darse cuenta el Presidente se estará dejando cercar por una multiplicidad de conflictos, frente a los que no sabrá cómo reaccionar. Comienza a estrecharse el cerco de la inviabilidad, mientras soporta un traumático debate sobre los contenidos de sus proyectos, un grupo de reinsertados sigue participando en operaciones políticas, se está jugando la credibilidad y la legitimidad del Presidente y su capacidad para enfrentar y resolver problemas.
La popularidad presidencial no parece suficiente para mantener bajo control a la oposición. Mientras que funcionarios gubernamentales se trenzan en agrias disputas verbales, los demás oficinistas están atendiendo las presiones y requerimientos del resto de los asambleístas de la bancada. No hay duda de que la situación está forzando el aparato institucional, y lo está llevando a una crisis política, que se distingue por transportar la discusión política al terreno amigo/enemigo, reduciendo los campos y temas a ámbitos en los que no puede mostrar resultados, la política no se construye por la diferencia deliberante, sino a partir de negociaciones, el que no está conmigo está contra mí, es lapidario.
El diálogo partidista, se generalizó, a una acción de bancada, con notables excepciones, las decisiones de los parlamentarios están regidas únicamente por sus intereses particulares. El interés público solo es reclamado como la agregación elemental de los intereses privados presentes en la asamblea y los acuerdos políticos se hacen con los amigos que apoyan la causa. No importa que no definan los campos de la intervención gubernamental. Los que no están allí representados están fuera de los acuerdos. El Presidente no tiene todos los controles que le aseguren una respuesta efectiva a sus representados. Cada confrontación que desatan sus colaboradores o él mismo con sus sabatinas hace que el régimen sea aún más frágil.
Mientras sea menor el respaldo popular que reciba el Presidente, menor será su margen de maniobra política e institucional, sin un partido político que lo sostenga y una administración pública persuadida, el cerco de la inviabilidad política se hará cada día más estrecho.


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