Agredidos…

Andrés Pachano

Leí en días pasados, en el diario El Comercio, un artículo que corresponde a la lúcida inteligencia del doctor Rodrigo Fierro Benítez, bajo el cariñoso título “Ambato, hoy y en mi memoria” habla, siendo testigo fiel, de los portentos que transformaron a esta tierra nuestra; esos logros que son a su vez el producto de un solo portento propio de los seres de esta tierra, el doctor Fierro escribió: “…en Ambato es la autoestima de sus habitantes la protagonista…” y, es que los seres protagónicos de esta tierra han sido diferentes y la han hecho diferente; ese el orgulloso portento del ambateño.

Hoy, concluida una nueva edición de la Fiesta de la Fruta y de las Flores –ella que es el símbolo portentoso del renacer de la ciudad- es preciso volver a esa lúcida sentencia del doctor Fierro e invocar a la autoestima del ambateño cuando la ciudad ha sido maltratada por el infamante desenfreno del espíritu irracional y salvaje de la agresión con fétida espuma, con agua y anilinas, bajo el oscuro pretexto de un carnaval que lo creímos ya superado, para, rechazando esa malsana actitud, salir de ese hueco inmundo y recuperar el respeto al ser humano, al prójimo, como fue el objetivo bajo el que se hizo coincidir la tradicional fiesta con los carnavales. No permitamos que la endémica autoestima del ambateño sea doblegada por visceral violencia.

Si alguien quiere divertirse con el juego del carnaval, que lo haga bajo las paredes de su morada, pero que de ninguna manera se agreda al transeúnte, al semejante. Que no se convierta a la Fiesta de la Fruta, que en esencia es una égloga al trabajo, a la esperanza, en una feria de desenfrenos, de violaciones, de exhibir esa baja pasión: la agresión.

Conversando sobre un artículo del doctor Freddy Rodríguez sobre este mismo tema, ante una invocación realizada por él, coincidí en que “hay que protestar y condenar esta insoportable agresión, hay que protestar y condenar la inacción y la pasividad de las autoridades llamadas a proteger al ser humano, a la ciudad”, a esto es preciso agregar el deber de no perder lo logrado y con la endémica autoestima del ambateño doblegar la irracionalidad de este renacido carnaval.