Las Olimpiadas de Tokio tropiezan con la política

PROTESTA. Raven Saunders, medallista en lanzamiento de peso, realizó el gesto de protesta simbólica durante su premiación.
PROTESTA. Raven Saunders, medallista en lanzamiento de peso, realizó el gesto de protesta simbólica durante su premiación.

La protesta de una atleta afro y LGBTI y el pedido de asilo de una velocista bielorrusa han empañado la neutralidad olímpica.

Redacción TOKIO

El mensaje olímpico habla de hermandad y unión entre los deportistas y pueblos. Y para lograrlo se supone que la alusión, debate o interferencia de los temas políticos están prohibidas en todas las actividades relacionadas con los juegos.

Pero las cosas no siempre han ocurrido así. Ejemplo de ello es el saludo con el puño en alto (símbolo del Black Power) que hicieron los velocistas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos en el podio de los 200 metros planos en México 1969. La irrupción de comandos palestinos en la villa olímpica en Múnich 1974, que terminó en la muerte de atletas israelíes y terroristas. O el boicot de Occidente contra las Olimpiadas de Moscú 1980.

Y Tokio 2020 no es la excepción. Actualmente, el Comité Olímpico Internacional (COI) estudia antes de pronunciarse, los detalles relacionados con el gesto realizado en el podio de lanzamiento de peso por la atleta estadounidense Raven Saunders. La medallista de plata cruzó los brazos sobre su cabeza en forma de X para indicar «la intersección en la que se encuentran todos los que están oprimidos».

Saunders realizó, de esta forma, el primer gesto reivindicativo en el podio de atletismo de los Juegos Olímpicos de Tokio, contraviniendo la normativa del COI, que para estos Juegos los autoriza siempre que no sea en competición o en la ceremonia de entrega de medallas.

La norteamericana, de raza negra y lesbiana, según ha declarado públicamente, afirmó que con su gesto, captado por todas las cámaras en el podio oficial, quería «dar luz a toda la gente del mundo que lucha y que no tiene una plataforma para hablar por sí misma».

Política directa

Otro hecho político que captó los reflectores es el caso de la velocista bielorrusa Kristina Timanovskaya, quien se  rehusó volver a su país por miedo a represalias políticas de su gobierno y ha obtenido un visado humanitario polaco, informó ayer el viceministro de Exteriores de Polonia, Marcin Przydacz

«Krystina Tsimanouskaya, una atleta bielorrusa, ya está en contacto directo con los diplomáticos polacos en Tokio; ha recibido una visa humanitaria», publicó en sus redes sociales Przydacz, pocas horas después de utilizar ese mismo medio para decir que «Polonia está preparada para ayudar» a la deportista.

Tsimanouskaya, que se ha distinguido por apoyar las protestas contra el régimen de Aleksander Lukashenko y estar en contacto con la disidencia democrática de su país, pidió la protección de las autoridades japonesas en el aeropuerto de Tokio cuando estaba a punto de regresar a Bielorrusia por exigencias de su gobierno.

La atleta de 24 años tenía previsto participar en la carrera de 200 metros lisos este lunes, pero tras quejarse de haber sido obligada por Minsk a competir en otra carrera el pasado jueves fue acusada de carecer de «espíritu de equipo» y de haber perdido el «equilibrio psicológico y emocional», en la televisión pública de su país. EFE