La orden de captura de la dictadura de Venezuela contra Javier Milei, su hermana, Karina Milei, secretaria general de la Presidencia, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, marca un punto de no retorno en las relaciones entre Venezuela y Argentina.
El enfrentamiento abierto entre el presidente de Argentina, Javier Milei, y el líder de chavismo en Venezuela, Nicolás Maduro, vive un nuevo capítulo después de que la Fiscalía venezolana, en manos del chavismo, anunció este miércoles la solicitud de una orden de captura contra el mandatario liberal.
La justificación: el caso del avión venezolano-iraní retenido en Buenos Aires desde 2022 y enviado en febrero pasado a Estados Unidos.
La medida, anunciada el miércoles por el fiscal general venezolano, Tarek William Saab, representa un nuevo punto de inflexión en la fuerte crisis diplomática que atraviesan ambos países, que comenzó con la llegada de Milei a la Presidencia argentina y que se agravó tras las recientes elecciones presidenciales en el país caribeño.
La orden de aprehensión solicitada por la Fiscalía de Venezuela no se limita únicamente a Milei, sino que se extiende a su hermana, Karina Milei, secretaria general de la Presidencia, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
El caso por el cual la dictadura de Maduro impulsa esta medida es el de un avión venezolano-iraní, cuyos tripulantes eran sospechosos de espionaje y que estuvo retenido en Buenos Aires desde 2022 hasta que fue enviado a Estados Unidos a comienzos de este año, tras la llegada de Milei a la Presidencia y por pedido de Washington.
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El Boeing 747-300M Dreamliner de carga, que fue propiedad de la empresa iraní Mahan Air y actualmente pertenecía a Emtrasur, filial de la aerolínea venezolana Conviasa, partió rumbo a Estados Unidos el 12 de febrero, pese a las objeciones y amenazas de Caracas, que se materializaron un mes después con la prohibición del espacio aéreo de su país a aeronaves procedentes o rumbo a Argentina.
En su declaración, el fiscal general venezolano señaló que el Ejecutivo de su país tiene la facultad de «ejercer su jurisdicción» como forma de «defensa ante acciones tendentes a atacar, desconocer e irrespetar responsabilidades penales» y acusó al Gobierno argentino de cometer los delitos de «robo agravado, intimación de capitales, privación ilegítima de la libertad, simulación de hecho punible, interferencia ilícita, inutilización de aeronave y asociación para delinquir».
Argentina respondió poco después expresando su repudio a las órdenes de aprehensión y destacando que «el mencionado caso fue resuelto por el Poder Judicial, poder independiente sobre el cual el Ejecutivo no puede ni debe tener injerencia alguna, en aplicación de un acuerdo internacional».
«El Gobierno argentino recuerda al régimen venezolano que en la República Argentina impera la división de poderes y la independencia de los jueces, algo que lamentablemente no ocurre en Venezuela bajo el régimen de Nicolás Maduro», afirmó la Cancillería argentina en comunicado.
Este incidente sigue a otros episodios similares que han tenido lugar desde las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, que, según el Consejo Nacional Electoral (CNE) de ese país, ganó Maduro, resultado considerado fraude por una parte de la comunidad internacional, incluida Argentina.
El más reciente tuvo lugar el 6 de septiembre, cuando la Cancillería argentina instó a la Corte Penal Internacional (CPI) a solicitar una orden de detención contra el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y «otros cabecillas del régimen», ante «el agravamiento de la situación» después de los comicios presidenciales, tras reincorporarse en julio a la denuncia contra el país caribeño ante la CPI interpuesta en 2018 por varias naciones.
El episodio más resonante de los últimos meses fue, sin embargo, la expulsión de los diplomáticos argentinos de la embajada en Caracas por parte de la dictadura de Maduro, en respuesta a la denuncia de fraude del Ejecutivo de Milei, cuestión especialmente sensible dado que la sede diplomática del país suramericano brindaba asilo a seis opositores venezolanos.
Ante esto, el Gobierno de Brasil aceptó a comienzos de agosto hacerse cargo de la sede y asumir el cuidado de los opositores asilados allí; algo que, sin embargo, generó nuevas asperezas con Venezuela, que a comienzos de este mes anunció que revocaría la autorización del gigante suramericano para custodiar el edificio y abrió un nuevo capítulo de las tensiones diplomáticas regionales. (EFE/DLH)
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