En la frontera colombo-venezolana prospera el contrabando

NEGOCIO. Unas 20 mil personas cruzan a diario la frontera de forma legal. Otros más lo hacen irregularmente y generan un negocio de millones de dólares.
NEGOCIO. Unas 20 mil personas cruzan a diario la frontera de forma legal. Otros más lo hacen irregularmente y generan un negocio de millones de dólares.

El cierre parcial iniciado en 2015 ha propiciado el negocio de cruce irregular de personas y mercancías, incluidas armas y droga, por pasos irregulares.

Redacción BOGOTÁ

La historia ha demostrado que las prohibiciones dan origen, por lo general, a negocios ilícitos. Un ejemplo es la llamada ‘ley seca’, que propició el florecimiento de la mafia en Estados Unidos en base al contrabando de licores. Otro caso es la ilegalidad de las drogas, que ha llevado al aparecimiento de un multimillonario negocio mundial.

Y algo similar ocurre en la frontera entre Colombia y Venezuela, cerrada desde 2015 por orden de Nicolás Maduro tras un presunto ataque contra soldados venezolanos. Por temporadas se permite el paso peatonal y hay conversaciones sobre la reapertura del límite de 2.219 kilómetros, pero mientras tanto, el contrabando prospera.

Aparte de las 20 mil personas que cruzan los dos puentes habilitados, según cálculos de las autoridades, el tránsito irregular de personas y mercancías ocurre todo el día y todos los días por trochas ilegales.

Cruce de todo

“Siempre habrá trocheros, siempre habrá gente que necesita cruzar”, porque “es más barato”, dice al portal Infobae el venezolano Dani Pedraza, padre de tres hijos, mientras empuja una bicicleta cargada con placas de cerámica.

“Yo vivo de la trocha, mantengo a mi familia con la trocha”, remarca Dani, quien adaptó su bici para soportar cargas más pesadas por los caminos estrechos y pedregosos, quitándole los pedales, la cadena y la silla. Así puede llevar hasta 300 kilos por 20 dólares, que desplazaron en la frontera a los devaluados bolívares venezolanos.

En el lado colombiano, los trocheros se empujan para ofrecer sus servicios cuando llega un autobús o un taxi.

Ramón Rizcano, comerciante de 33 años en Rubio, pueblo cercano a la frontera, pasa por las trochas varias veces a la semana para evitar pagar sobornos a las autoridades: “No paso por el puente debido a las alcabalas, piden demasiado”, lamenta.

Pero la trocha no es gratis. Hay que pagar entre 2 y 4 dólares a quienes las controlan.

En ocasiones, motociclistas llevan a toda velocidad a pasajeros con mochilas cargadas con “cocaína o armas”, relata un viajero en esta región donde abundan pandillas, paramilitares y guerrilleros.

Es imposible saber cuánto dinero se mueve por las trochas, pero el tráfico asciende a millones de dólares. (LAG)