En una guerra se salvan los tesoros que importan

Nathalia sujeta imágenes religiosas, lo que consideró lo más importante antes de huir de su casa, en Leopolis (Ucrania). EFE
Nathalia sujeta imágenes religiosas, lo que consideró lo más importante antes de huir de su casa, en Leopolis (Ucrania). EFE

Los desplazados por la guerra entre Rusia y Ucrania relatan cuál es el objeto más preciado que tomaron cuando abandonaron su hogar.

Redacción LEÓPOLIS (UCRANIA)

Llevaban casi dos meses durmiendo en albergues, colegios o polideportivos hasta que hace unas semanas estrenaron su nueva «casa», un cubículo prefabricado de diez metros cuadrados con dos literas, una mesita, taburetes y un armario con sitio de sobra para albergar los pocos objetos con los que huyeron.

Son 88 familias de las provincias de Donesk, Luganz y Jarkov que, por su especial situación de vulnerabilidad, se han mudado a estas casas construidas en solo dos semanas en el principal parque de la ciudad de Leópolis, al Oeste del país, por donde han pasado en estos dos meses de guerra millones de refugiados.

Entre los desplazados hay quienes relatan cuál es el objeto más preciado que tomaron cuando abandonaron su hogar.

Un pasaporte y un abrigo

Sergei (65 años) estaba desayunando cuando las paredes de su casa temblaron. El segundo estruendo destruyó la pared del salón. Por suerte solo tuvo heridas en una pierna. Cogió el pasaporte y su abrigo y salió de casa. Cogió el tren hacia Leópolis el 3 de marzo.

“No os puedo enseñar nada más que mi pasaporte. Es lo único que cogí, junto a un abrigo”, dice. Habla ruso y no se siente ni totalmente ruso ni totalmente ucraniano.

Un compañero fiel

Julia tiene 52 años y un perro que se llama Dina y que le ha hecho mucha compañía en los momentos más duros de su vida. “Ha perdido peso por la guerra. Antes era enorme”, dice sobre un animal al que, aún así, se ve bien alimentado. Con él salió de Járkov el 6 de marzo.

La familia

Andrei tiene 30 años, una hija de dos y una mujer embarazada. Estuvieron viviendo todos un mes en Sloviansk bajo los bombardeos. “Cuando pudimos, cogimos el tren de evacuados y vinimos a Leópolis”, relata. En Sloviansk trabajaba como ingeniero en una compañía eléctrica; ahora en Leópolis no tiene empleo y ni siquiera ha pensado en buscarlo. Aún no sabe si quiere volver a casa.

Símbolo de esperanza

Nathalia tiene 56 años y es de Sloviansk. Salió de casa con su marido y su hija en medio de un paisaje dantesco: las casas de sus vecinos acababan de ser destruidas. El ataque fue rapidísimo y cuando acabó se fueron con lo puesto. Ella trabajaba en un hospital donde solo está funcionando la parte de reanimación.Ya había tomado consigo la Virgen  para sentirse protegida y se la llevó también en su desplazamiento.

Fotos de la infancia

Kate, de 28 años, vivía en Járkov con su hija Verónica, de 4 años. Salió de allí el 15 de marzo por los bombardeos. Ella solo salvó los álbumes de fotos de su infancia y también los de su hija. EFE