El ‘cortejo’ del hombre más rico del mundo a la red social se parece mucho a la historia de un pretendiente que lucha por conquistar a una mujer.
La historia de Twitter y Elon Musk, quien el 25 de abril de 2022 compró la red social por $44 mil millones, puede verse como una historia de amor no correspondido.
Por un lado está Elon Musk, actualmente el hombre más rico del mundo, quien ama Twitter. Tiene una enorme audiencia de 87 millones de seguidores. El multimillonario tuitea prolíficamente, a veces de manera controvertida, otras de forma catastrófica.
Hace unos años, por ejemplo, la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. le prohibió tuitear sobre los asuntos de su empresa Tesla después de que un tuit borrara $14.000 millones del precio de sus acciones. En otra ocasión fue demandado por difamación tras un tuit en el que llamó «pedófilo» a un buzo que participó en el rescate de un grupo de chicos en una cueva en Tailandia en 2018 (caso judicial que finalmente ganó Musk).
Y en el otro lado de esta pareja está Twitter, la contraparte menos efusiva en la relación.
A primera vista se podría pensar que si alguien te ofrece $44 mil millones por una red social de 16 años que, en realidad, no ha disfrutado del crecimiento exponencial de sus rivales, te está haciendo un favor, y los accionistas de Twitter parecen inclinados a estar de acuerdo.
Musk quiere ver que Twitter alcance su «extraordinario potencial», dice, y ni siquiera está tan interesado en ganar dinero con eso. Ya tiene mucho, y los multimillonarios pueden darse el lujo de tener diferentes prioridades.
Pero inicialmente, Twitter respondió poniéndose a la defensiva, desplegando una estrategia que impedía que alguien poseyera más del 15% de sus acciones, mientras Musk merodeaba.
La respuesta a la pregunta de ¿por qué? podría ser que quizás la junta de accionistas se puso nerviosa por la declaración de Musk de que quería ver más «libertad de expresión» y menos moderación en la red.
Una posición que no garantiza el éxito en el futuro inmediato. Esto porque los reguladores de contenido en todo el mundo se están alineando para tomar medidas enérgicas contra las redes sociales y obligarlas a asumir una mayor responsabilidad por el contenido que transmiten; el planteamiento es emitir fuertes multas por incumplimiento por material que incite a la violencia, sea abusivo o clasifique como discurso de odio, entre otras cosas.
La parte comercial
En esta ecuación no hay que olvidar la parte empresarial. El principal modelo comercial de Twitter se basa en anuncios, y Musk quiere cambiar eso. Él está más interesado en las suscripciones, lo que podría resultar difícil de vender en un entorno donde las principales redes sociales son de uso gratuito.
Los usuarios de Twitter pueden decidir si prefieren que sus datos no se utilicen para monetizarlos y están dispuestos a pagar por ello, pero es una apuesta.
A Musk también le gustan las criptomonedas. ¿Podría usar la plataforma para incentivar los pagos en monedas volátiles y desprotegidas como bitcoin? Quizás.
Además está la forma de Musk de hacer negocios . Es el hombre más rico del mundo, un emprendedor en serie cuyos éxitos incluyen PayPal y Tesla. Es carismático y sin filtros, lo que puede convertirlo en alguien muy impredecible.
Él no ha cortejado exactamente a Twitter con flores y chocolates; esta ha sido una oferta agresiva de un hombre de negocios agresivo, sin negociación, sin compromiso.
Es una venta privada, de una empresa privada, y no es una fusión entre dos gigantes, por lo que es poco probable que haya muchos obstáculos regulatorios.
El Twitter de Musk puede ser un escenario muy diferente para los 300 millones de personas que continúan usándolo, si es que lo hacen. Una plataforma más luchadora, tal vez, y menos liberal. (DLH)