Redacción PUERTO PRÍNCIPE
La salida a la crisis política derivada del asesinato del presidente Jovenel Moise, la semana pasada, aún no es clara en Haití. Al menos cuatro personas se disputan el derecho a dirigir provisionalmente la nación hasta las nuevas elecciones.
Entre ellos están el primer ministro en funciones Claude Joseph y Ariel Henry, un neurocirujano al que Moise nombró primer ministro dos días antes de su muerte. Y el senado, que no opera, designó a Joseph Lambert como presidente interino; mientras una facción opositora hizo lo mismo, en febrero, con Joseph Mécène Jean-Louis, juez del Tribunal Supremo.
Pero mientras ello ocurre en las altas esferas, en las calles las bandas armadas que han aterrorizado a la población en los últimos meses, dan indicios de querer, también, aprovechar la situación.
El líder de la banda más poderosa de la ciudad, Jimmy Barbecue Cherizier, llamó a sus seguidores a las calles para exigir “justicia contra este cobarde asesinato llevado a cabo por mercenarios extranjeros en el país”.
Cherizier y su alianza con líderes de bandas, llamada la Familia G9 y Aliados, dicen que están comprometidos en una revolución para liberar a Haití de una clase rica y política corrupta. Las organizaciones de derechos humanos han acusado a Moise de mantener vínculos con Cherizier.
Mientras tanto, la ciudadanía busca respuestas y espera que la ansiada estabilización y pacificación del país se logre. LAG