Hasta que la muerte los separe…

El 10 de diciembre del año que concluyó, el presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel anunció una radical reforma que unifica las dos monedas de la isla: el peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUC), equivalente al dólar. Éste desaparecerá a partir del presente mes y el tipo de cambio será de 24 pesos por dólar. La medida elimina también la ‘libreta de abastecimiento’, que pone al alcance de los cubanos productos básicos a precios subvencionados.

La materia de esta reflexión no es la reforma monetaria, sino la presencia en el acto de Raúl Castro, en su condición de primer secretario del Buró Político del Partido Comunista Cubano vestido, a sus 89 años de edad, con su uniforme verde oliva, luciendo palas de general de cuatro estrellas y condecoraciones. Lo mismo sucedió en el lanzamiento de la ‘Recuperación post Covid-19’, cuando el general apareció en fotos y videos, flanqueado por el presidente Miguel Díaz-Canel y Machado Ventura.

Raúl Casto fue uno de los líderes de la Revolución, participó desde el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, hasta la victoria final sobre el Ejército del dictador Fulgencio Batista, en 1959. Desempeñó los más importantes cargos, culminando con la jefatura de Estado y Gobierno, desde el 31 de julio de 2006 hasta el 18 de abril de 2018. A partir de entonces, mantuvo el cargo de Primer Secretario del Buró Político del PCC que, según se anunció, abandonará en abril.

Más de sesenta años del PCC en el poder absoluto, sin crítica posible ni oposición viable. Ese es el modelo anacrónico que, con variantes cínicamente diseñadas, aplican los gobiernos del ‘Socialismo del Siglo XXI’, cuya doctrina proclama el papel histórico del ‘líder iluminado’ para guiar al pueblo en la lucha victoriosa contra la ‘democracia burguesa’ y el inhumano sistema capitalista.

Hugo Chávez gobernaría aún de no haberle arrebatado el poder la muerte; Correa igual, de no haber desertado, dejando la economía ecuatoriana destruida; lo propio los esposos Ortega y el inefable presidente Nicolás Maduro. ¿Será este el futuro que le espera al pueblo ecuatoriano?