Ricos en coartadas

Los cuatro años de gobierno del presidente Lenin Moreno han terminado siendo definidos por dos factores que nadie, al momento de su elección, alcanzaba a prever: el rompimiento con el expresidente Rafael Correa y la pandemia del covid-19. Irónicamente, el mayor beneficiario de ambos hechos ha sido, justamente, su predecesor, quien ha podido lavarse las manos ante la crisis que enfrenta Ecuador.

Tras el cisma, Moreno pasó a cargar con la responsabilidad, él solo, de la situación del país. Le sirvió en bandeja de plata a Correa el argumento de que todo iba bien hasta que el nuevo gobierno decidiera romper con el “proyecto”. Algo similar sucedió con la pandemia; el desplome económico producto del covid-19 ha sido tan drástico y abrupto que para este momento ya resulta difícil distinguir qué ha sido culpa del virus y qué, de la mala gestión de los últimos lustros.

Rafael Correa tuvo la suerte de poder, con deuda, concesiones y maniobras tributarias, alargar la mecha durante los últimos años de su gobierno para que la bomba económica no reventase en sus manos. Ahora ha tenido la fortuna de que el estallido no se le atribuya a él, sino a la supuesta incompetencia del régimen actual. El develamiento de la farsa del milagro ecuatoriano, que debió haber sido un acto de justicia suprema que mancillase en algo la popularidad del expresidente, ha encontrado en cambio en Lenín Moreno un perfecto chivo expiatorio.

El idilio ecuatoriano con Rafael Correa apenas ha empezado y, tal y como suele suceder con las aventuras más apasionadas y demenciales que unen a pueblo y caudillo, probablemente dure varias décadas. Por un lado, la profunda crisis actual, de cuya responsabilidad se ha librado, agravará nuestra humana tendencia a la nostalgia y hará que la década correísta luzca cada vez más atractiva. Por el otro, cuando tengan en futuros episodios que manejar nuevamente el país en circunstancias horripilantes, los correístas siempre podrán echarle la culpa de todo a Moreno y sus escuderos de buena cuna, o a la pandemia.

Hay personas a las que la suerte les acompaña toda la vida, que tienen estrella. Se trata de un don tan imbatible como indescifrable. El correísmo ha sido bendecido con recursos a raudales, sintonía con el momento y, ahora más que nunca, excusas y coartadas perfectas.

Daniel Márquez Soares

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