Hechicería a fin de año

Kléber Mantilla Cisneros

Magia. Lo que se viene es magia. Un fenómeno de hechicería que se instala para pretender solucionar o tapar una desbordante crisis económica, política y moral. El terrible endeudamiento que apunta a crear leyes, mitos e impuestos. Hoy, el encantamiento llega al mundo virtual y el exorcismo oculto tras la ‘simplicidad tributaria’ que busca sacar dinero de las plataformas de Internet: Uber, Cabify, Netflix y Spotify. Una fantasía a través del impuesto al valor agregado que se lo aplica como varita mágica para solucionar las herencias del populista dilapidador.

En tiempos de poca gobernabilidad y debilidad institucional cualquier acto público se lo anuncia con fascinación. Que solo la magia nos salva. Que hay que informarse en redes digitales porque la TV ya es un fósil desinformador. Que el dictadorzuelo Correa está en el cambio de presidente de Argentina porque Lenín Moreno no se desdobla ni levita. Que Rosa Chalá regresa al Consejo de Participación Ciudadana porque se le ocurrió a un juez perturbado de inframundo. Que al fracaso Yachay EP hoy se lo llama Siembra EP para tapar huecos, negocios y rufianes. Que las protestas de octubre retoñan con el nuevo año. Que el Consejo Electoral cambia a los informáticos para acabar con los fraudes. Que la corrupción, desempleo, inseguridad en la calle, escaso acceso a salud y mala educación están ahí mismo pero junto al descontento social que no espera.

Cual abracadabra, la eliminación de subsidios y demás políticas impositivas se desvanecen al soplar los polvos mágicos de la inconformidad. Es que aquel octubre pasado funcionó como conjuro que hipnotizó al osado aventurero que pretendía meter la mano en los bolsillos de la gente. Antes, hoy… al que venga. ¿Alguien lo duda?

Pero, el sortilegio tiene añadido. El desastre económico engendra el factor ambiental. Se anuncia la minería legal concesionada -o ilegal según el punto de vista- sin cuantificar su inhóspito impacto. Por decir, el subsuelo de Zaruma se explotó con toneladas de dinamita que arrasó con todo y en el noroccidente de Pichincha se talan bosques porque ya se lo excluyó del Chocó Andino. Océanos moribundos, muerte de especies biológicas por calor, basura y deshechos en un escenario enloquecido, hambruna animal, conflictos migratorios y colapso por ese estilo de burgués de vida, como dice Thomas Mann. Y, solo con brujos y agoreros se salvará al mundo.

[email protected]
@kleber_mantilla

Kléber Mantilla Cisneros

Magia. Lo que se viene es magia. Un fenómeno de hechicería que se instala para pretender solucionar o tapar una desbordante crisis económica, política y moral. El terrible endeudamiento que apunta a crear leyes, mitos e impuestos. Hoy, el encantamiento llega al mundo virtual y el exorcismo oculto tras la ‘simplicidad tributaria’ que busca sacar dinero de las plataformas de Internet: Uber, Cabify, Netflix y Spotify. Una fantasía a través del impuesto al valor agregado que se lo aplica como varita mágica para solucionar las herencias del populista dilapidador.

En tiempos de poca gobernabilidad y debilidad institucional cualquier acto público se lo anuncia con fascinación. Que solo la magia nos salva. Que hay que informarse en redes digitales porque la TV ya es un fósil desinformador. Que el dictadorzuelo Correa está en el cambio de presidente de Argentina porque Lenín Moreno no se desdobla ni levita. Que Rosa Chalá regresa al Consejo de Participación Ciudadana porque se le ocurrió a un juez perturbado de inframundo. Que al fracaso Yachay EP hoy se lo llama Siembra EP para tapar huecos, negocios y rufianes. Que las protestas de octubre retoñan con el nuevo año. Que el Consejo Electoral cambia a los informáticos para acabar con los fraudes. Que la corrupción, desempleo, inseguridad en la calle, escaso acceso a salud y mala educación están ahí mismo pero junto al descontento social que no espera.

Cual abracadabra, la eliminación de subsidios y demás políticas impositivas se desvanecen al soplar los polvos mágicos de la inconformidad. Es que aquel octubre pasado funcionó como conjuro que hipnotizó al osado aventurero que pretendía meter la mano en los bolsillos de la gente. Antes, hoy… al que venga. ¿Alguien lo duda?

Pero, el sortilegio tiene añadido. El desastre económico engendra el factor ambiental. Se anuncia la minería legal concesionada -o ilegal según el punto de vista- sin cuantificar su inhóspito impacto. Por decir, el subsuelo de Zaruma se explotó con toneladas de dinamita que arrasó con todo y en el noroccidente de Pichincha se talan bosques porque ya se lo excluyó del Chocó Andino. Océanos moribundos, muerte de especies biológicas por calor, basura y deshechos en un escenario enloquecido, hambruna animal, conflictos migratorios y colapso por ese estilo de burgués de vida, como dice Thomas Mann. Y, solo con brujos y agoreros se salvará al mundo.

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Magia. Lo que se viene es magia. Un fenómeno de hechicería que se instala para pretender solucionar o tapar una desbordante crisis económica, política y moral. El terrible endeudamiento que apunta a crear leyes, mitos e impuestos. Hoy, el encantamiento llega al mundo virtual y el exorcismo oculto tras la ‘simplicidad tributaria’ que busca sacar dinero de las plataformas de Internet: Uber, Cabify, Netflix y Spotify. Una fantasía a través del impuesto al valor agregado que se lo aplica como varita mágica para solucionar las herencias del populista dilapidador.

En tiempos de poca gobernabilidad y debilidad institucional cualquier acto público se lo anuncia con fascinación. Que solo la magia nos salva. Que hay que informarse en redes digitales porque la TV ya es un fósil desinformador. Que el dictadorzuelo Correa está en el cambio de presidente de Argentina porque Lenín Moreno no se desdobla ni levita. Que Rosa Chalá regresa al Consejo de Participación Ciudadana porque se le ocurrió a un juez perturbado de inframundo. Que al fracaso Yachay EP hoy se lo llama Siembra EP para tapar huecos, negocios y rufianes. Que las protestas de octubre retoñan con el nuevo año. Que el Consejo Electoral cambia a los informáticos para acabar con los fraudes. Que la corrupción, desempleo, inseguridad en la calle, escaso acceso a salud y mala educación están ahí mismo pero junto al descontento social que no espera.

Cual abracadabra, la eliminación de subsidios y demás políticas impositivas se desvanecen al soplar los polvos mágicos de la inconformidad. Es que aquel octubre pasado funcionó como conjuro que hipnotizó al osado aventurero que pretendía meter la mano en los bolsillos de la gente. Antes, hoy… al que venga. ¿Alguien lo duda?

Pero, el sortilegio tiene añadido. El desastre económico engendra el factor ambiental. Se anuncia la minería legal concesionada -o ilegal según el punto de vista- sin cuantificar su inhóspito impacto. Por decir, el subsuelo de Zaruma se explotó con toneladas de dinamita que arrasó con todo y en el noroccidente de Pichincha se talan bosques porque ya se lo excluyó del Chocó Andino. Océanos moribundos, muerte de especies biológicas por calor, basura y deshechos en un escenario enloquecido, hambruna animal, conflictos migratorios y colapso por ese estilo de burgués de vida, como dice Thomas Mann. Y, solo con brujos y agoreros se salvará al mundo.

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Magia. Lo que se viene es magia. Un fenómeno de hechicería que se instala para pretender solucionar o tapar una desbordante crisis económica, política y moral. El terrible endeudamiento que apunta a crear leyes, mitos e impuestos. Hoy, el encantamiento llega al mundo virtual y el exorcismo oculto tras la ‘simplicidad tributaria’ que busca sacar dinero de las plataformas de Internet: Uber, Cabify, Netflix y Spotify. Una fantasía a través del impuesto al valor agregado que se lo aplica como varita mágica para solucionar las herencias del populista dilapidador.

En tiempos de poca gobernabilidad y debilidad institucional cualquier acto público se lo anuncia con fascinación. Que solo la magia nos salva. Que hay que informarse en redes digitales porque la TV ya es un fósil desinformador. Que el dictadorzuelo Correa está en el cambio de presidente de Argentina porque Lenín Moreno no se desdobla ni levita. Que Rosa Chalá regresa al Consejo de Participación Ciudadana porque se le ocurrió a un juez perturbado de inframundo. Que al fracaso Yachay EP hoy se lo llama Siembra EP para tapar huecos, negocios y rufianes. Que las protestas de octubre retoñan con el nuevo año. Que el Consejo Electoral cambia a los informáticos para acabar con los fraudes. Que la corrupción, desempleo, inseguridad en la calle, escaso acceso a salud y mala educación están ahí mismo pero junto al descontento social que no espera.

Cual abracadabra, la eliminación de subsidios y demás políticas impositivas se desvanecen al soplar los polvos mágicos de la inconformidad. Es que aquel octubre pasado funcionó como conjuro que hipnotizó al osado aventurero que pretendía meter la mano en los bolsillos de la gente. Antes, hoy… al que venga. ¿Alguien lo duda?

Pero, el sortilegio tiene añadido. El desastre económico engendra el factor ambiental. Se anuncia la minería legal concesionada -o ilegal según el punto de vista- sin cuantificar su inhóspito impacto. Por decir, el subsuelo de Zaruma se explotó con toneladas de dinamita que arrasó con todo y en el noroccidente de Pichincha se talan bosques porque ya se lo excluyó del Chocó Andino. Océanos moribundos, muerte de especies biológicas por calor, basura y deshechos en un escenario enloquecido, hambruna animal, conflictos migratorios y colapso por ese estilo de burgués de vida, como dice Thomas Mann. Y, solo con brujos y agoreros se salvará al mundo.

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