Su mamá, no era su madre

ENTREVISTA. Juan Quijano espera pronto encontrar su madre biológica.
ENTREVISTA. Juan Quijano espera pronto encontrar su madre biológica.

Juan Carlos Quijano Vera, de 36 años, tiene una historia particular, pues creció con una familia que lo adoptó, creyendo que efectivamente eran sus padres. Hace varias semanas supo la verdad más importante de su vida, por lo que ahora busca a su madre biológica.

Y es que la mujer que se llamaría María Elena Sánchez, lo había dejado encargado a una familia quevedeña de la cual el pequeño, hoy un hombre maduro, adoptó su apellido. María sería oriunda del cantón Saraguro (Loja) y trabajaría en aquella época como empleada doméstica de la familia Quijano. Tendría unos 16 años cuando había salido embarazada de otro de los trabajadores de esta familia, quien se habría rehusado de tomar su responsabilidad.

Al verse en apuros, tanto de responsabilidades como económicos, María decidió encargar su hijo a esta familia. Sin embargo, no apareció más y ahora Juan Carlos, quien tras la muerte de su padre adoptivo supo la verdad, espera conocer a la autora de sus días, aunque manifiesta que sigue considerando a su familia de crianza como la propia. Nos da su testimonio.

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El deseo de todo hijo es conocer a la persona que le dio la vida. En este caso es mi madre, de quien tengo poca información. Las personas allegadas en mi barrio, me han ido facilitando información.

Además ahora tras la muerte de mi padre adoptivo el pasado 9 de agosto, Jorge Quijano, mis familiares decidieron decirme la verdad. Pese a que fue una noticia muy fuerte para mí, lo tomé con mucha madurez. Además hay personas cercanas que conocen la realidad de mi familia, que ya me venían diciendo, pero como todo ser humano, solo me limitaba a escuchar. Nunca presté atención.

Me decían que había una señora que en realidad era mi verdadera mamá, que trabajaba en la casa de mis padres adoptivos y que por la situación económica decidió dejarme en manos de quienes me criaron. De allí en adelante, empecé con mi búsqueda.

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Cuando escuché esta realidad por parte de mi hermana mayor, lo tomé con mucha serenidad, quizás porque en ese momento estaba viviendo a plenitud el dolor por la muerte de mi padre adoptivo.

Sin embargo, se me desmoronó un sentimiento. Saber que desde niño, hasta joven y luego a la etapa adulta crecí convencido de que ellos eran mis padres, pero la realidad era distinta.

Sin embargo, me dije: “Ahora solo tengo que reponerme del dolor por la muerte de mi papá, quien fue quien me enseñó todo lo bueno de la vida”. Agradezco a mi madre biológica por haberme dejado en manos de una buena familia, que me supo criar, me dieron buena educación, alimentación… todo lo mejor que un padre le pueda dar a su hijo. No puedo refutar nada, estoy agradecidísimo con ellos.

Después, ya más calmado, ya me dije: “Si hay una mujer que me ha dado a luz, vamos a encontrarla”. Quiero saber cómo está, en qué condiciones está viviendo y si le puedo dar una mano, conversar con ella. Por otro lado, me enteré por boca de algunos amigos que mi verdadero padre, quien era transportista, falleció en un accidente de tránsito. No sé si será la verdad, pero eso es lo que dicen.

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De mi madre no he escuchado nada. Tengo la corazonada de que está viva. Sabía que era una señora de la Sierra, ‘paisanita’ de Loja y que cuando me tuvo estaba en una situación económica bastante mala, se podría decir que acá en Quevedo no tenía nada ni nadie.

Había llegado a pedir trabajo acá en Quevedo como empleada doméstica y que la familia Quijano, que luego me adoptó, le dio la posibilidad de trabajar en la casa de ellos. Después me enteré de que anduvo buscando otro trabajo acá en esta ciudad, pero que no le fue tan bien. Quizás me cargaba en brazos mientras buscaba trabajo.

No sé a qué acuerdo llegaron con mis padres, pero decidió dejarme en la casa de ellos. La verdad no tengo ningún recuerdo de ella, quizás tendría unos dos o tres años.

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En la inexperiencia, uno siempre ve los álbumes de fotos y la etapa en las que iba creciendo. A veces escuchaba algún comentario de algún vecino, que no eran muchos, sino dos personas que me comentaron.

Por ejemplo, había una señora al lado de mi casa que en su vejez me decía: “Tu mamá es María”. Nunca entendí por qué lo decía. Pero luego entendí que María mismo era como se llamaba mi mamá, pero siempre me quedaba con eso en mi cabeza. Sin embargo, nadie me va a quitar de la cabeza que mi madre adoptiva, Rubi Vera Cedeño, es mi mamá porque me dio crianza.

Me enteré hace poco también que mi madre biológica había estado hace unos cinco años por acá preguntando por mí. Mi padre adoptivo le habría dicho que no vaya a comentarme nada, que eso podría afectarme. Parece que él nunca tuvo deseo de decirme eso, quizás porque sabía que padre muchas veces no es el que engendra, sino el que cría.

Luego topé este tema con mi madre de crianza, a quien se le hizo complicado hablar sobre ello, pero luego le comenté que no se preocupe, que ese sentimiento no cambiará aunque sepa la verdad.

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Tengo esposa y una hija. Mi mujer se llama Dayanara Monserrate y mi hija Arleth Quijano Monserrate, quien tiene dos años. Mi esposa me apoya mucho en mi búsqueda, sabe que es importante para mí.

Quisiera saber de mi madre, ayudarla si es posible. No es que tenga plata, solo que el dinero no es lo más importante en estos casos. Si mi mamá está sola, yo estaría dispuesto hacerme cargo de ella. No me he imaginado aún el encuentro con ella, por ahora quiero saber su paradero. He pensado en viajar a Saraguro, no conozco por allá y ni sabía que tenía sangre lojana.