Tiranía del lenguaje

Manuel Castro

A veces el lenguaje se impone a las ideas y distrae los temas de fondo. Por ejemplo, cuando se habla de izquierdas y derechas acuden los políticos a algo que posiblemente no existe: centro, por lo menos ideológicamente, pues el centro es un intermedio entre la una posición y la otra, es decir quiere los votos de ambas y no se casa con ninguna. Un “artificio retórico” como lo denomina Vargas. Es como si en el fútbol, materia en que todos son entendidos, se le pregunta a alguien si prefiere a la Liga o al Aucas, y conteste “al intermedio”.

Karl Popper, citado y analizado por Vargas Llosa en la “Llamada de la Tribu”, afirma que “Hablar claro es hablar de tal modo que las palabras no importen”, es decir que las acciones lleven a un campo en que casi nada dependa de las palabras. En nuestra historia patria, por ejemplo, siempre se habla del “conservador” García Moreno y del “liberal” Eloy Alfaro. Resulta que conservador es el que vive en el pasado y liberal el que propicia las libertades.

Sin embargo, García Moreno fue un adelantado del progreso y la modernidad, consolidó la nación, propició la educación y la ciencia, se preocupó de la situación del indio, inició el ferrocarril, disciplinó a los curas, construyó el Observatorio Astronómico, es decir su política fue nada “conservadora”, salvo en lo religioso pues impuso un catolicismo obligatorio. Eloy Alfaro el “Paladín delas libertades”, sin negar su obra doctrinaria y práctica, trató de imponer un solo partido político, tuvo prensa al servicio del gobierno, persiguió a los sacerdotes y, sin embargo, en su vida privada era un buen cristiano a la antigua.
En Ecuador con palabras se trata de borrar un pasado vergonzoso, lastimero y perjudicial, en lo económico, ético y social, durante los últimos diez años. En el programa televisivo “Hora 25” un español invitado afirmó que en los últimos cuatrocientos años no ha habido un gobierno tan bueno y digno como el de Correa. Seguimos siendo pues víctimas de un sectarismo cínico y de sus discípulos que en alguna medida aún nos gobiernan y “calladitos” admiran a Maduro y a Ortega.

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