Lgbti: Ficciones necesarias

Pedro Artieda Santacruz

Desde tiempos inmemorables las distintas manifestaciones artísticas han representado la diversidad sexual de los seres humanos. En la época precolombina, por ejemplo, se elaboraban pequeñas esculturas que simbolizaban el deseo homosexual, dando cuenta de un erotismo que se vivía sin las restricciones impuestas a partir del siglo XVI. Más tarde, algunas crónicas de la Conquista (textos iniciales de la ficción latinoamericana) hablaron de cómo se condenaban las prácticas sexualmente diversas.

Las normas de la Corona fueron drásticas e impusieron un determinando modelo de sexualidad binaria que afectó a toda la región. Las ficciones de los siglos XIX y XX en Latinoamérica se hicieron eco de un machismo exacerbado, anulando todo deseo fuera de norma. Los personajes homosexuales, lésbicos, bisexuales y transgénero han tenido como único destino la muerte.

Solo desde el siglo XXI hay un cambio de discurso en esta “narrativa queer”, que fragmenta las categorías sexuales, a través de autores como Lucrecia Maldonado o Juan Pablo Castro. Vale enfatizar ahora en una nueva novela denominada ‘El final del hombre’ (Antonio Mercero, España, editorial Alfaguara), que gira en torno a un protagonista trans, Carlos (Sofía) Luna, un detective que tiene que enfrentar su condición a sus jefes, colegas y a su hijo, entre otros. Este personaje, que investiga la muerte del hijo de un escritor, se aleja del estereotipo de los protagonistas marginales sin familia dedicados al trabajo sexual.

A través de este texto, el autor denuncia el machismo en España, ciertamente muy similar al que se vive en América Latina donde las cosas, sin duda, son más complejas y difíciles para los colectivos Lgbti. Pocas veces la ficción ha contado el drama que implica las operaciones de reasignación sexual. El cine tiene dos magistrales obras que llevan a la reflexión y al replanteamiento de los conceptos acerca de la sexualidad: ‘Transamérica’ (2005) y ‘La chica danesa’ (2015). Que pronto llegue el libro de Mercero a las librerías ecuatorianas. Los cambios de discurso son cada vez más necesarios.

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