Guido Favián Quirola
Esta pandemia ha movido muchas estructuras, ha roto paradigmas, ha cambiado dimensiones que para nosotros como sociedad son esenciales y han permanecido sin mayores cambios durante décadas.
Hasta hace poco, la educación virtual era algo así como una opción a la que, nuestro cuerpo acostumbrado a un pupitre, lo miraba con mucha cautela e incertidumbre, sin embargo, durante la pandemia, representa la única opción para que estudiantes de todos los niveles puedan continuar con su educación. Frente a esto, se han develado muchas falencias no solamente de acceso a los medios tecnológicos, si no también, en planes de estudio, en protocolos de acceso seguro a las clases virtuales, de falta de tutores y guías especializados en educación virtual entre otros, ya que el sistema educativo no estaba preparado para este repentino cambio. Sin embargo, se ha improvisado las clases colocando al Internet únicamente como medio para “transmitir” la clase presencial dejando de lado su real potencial como una herramienta con miles de objetos de aprendizaje y contenidos que el estudiante puede aprovechar para reforzar lo aprendido.
Al hablar de la educación, estamos frente a cambios fundamentales que hoy por hoy necesitan ser revisados en unos casos y reinventados en otros es decir todo el proceso educativo debe repensarse desde adentro hacia afuera, para transformarse en un proceso que le permita asimilar contenidos que ya están disponibles, contenidos que a diferencia de los antiguos esquemas de educación cambian día con día y siguen la tendencia del desarrollo tecnológico mundial.
Hay muchos riesgos que superar, es cierto, Internet está plagado de contenidos muy dañinos, pero la pregunta es: ¿podemos alejar a nuestros niños y jóvenes de estos peligros o es mejor trabajar en enseñar a evitarlos?
El gran debate entonces consiste en cómo reestructurar los modelos tradicionales de educación cuyo paradigma más grande es el “cómo” aprender rompiendo esquemas tradicionales de en “dónde” aprender.