LIBERTAD Y ÉXITO

Álvaro Peña Flores

La conciencia ciudadana abordada en la edición anterior se forja cuando a través de un proceso sistémico modificamos los paradigmas mentales respecto de la riqueza y de la pobreza, identificar estos preceptos es vital para identificar y actuar contra la corrupción.

Hoy abordaré dos conceptos que siempre están implícitos en las relaciones humanas y que, cuando nos están bien identificados surge el deseo corruptible en la persona.

Uno de ellos es la libertad. El sistema nos ha hecho creer que somos libres en la medida en que podemos adquirir bienes, mientras más poder adquisitivo tenemos, mayor “libertad” sentimos; para hacer, decir o pensar. Cuando esta virtud no está bien cultivada por los medios correctos u honestos, nace la perversión de conseguirlo a como dé lugar.

El otro factor, que tiene que ver con el anterior, es el éxito. Creemos ser exitosos cuando nos vemos bien o proyectamos esa imagen de bienestar ante la sociedad, con lo que consumimos, donde y con quien lo hacemos, los títulos académicos o el carro que poseamos; es decir, tenemos un fetichismo a la mercancía; subestimando la parte humana del ser.

Lo anterior conlleva a que nuestros intereses estén por encima de los intereses colectivos y que nuestras relaciones no tengan compromisos ni riesgos; y al no tener identificados personalmente la libertad ni el éxito, siempre direccionaremos el mal hacia los demás, nunca vendrá de nosotros; dando lugar a un principio de la corrupción.

La libertad siempre será la opción que tengamos para hacer el bien, en todas las esferas humanas; esta actitud nos llevará al éxito de llegar a viejos siendo felices siempre bien vistos y recordados con un legado, y que al final del día el mejor de los sueños sea nuestra recompensa.

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