Si no nos lleva la pandemia

Hever Sánchez M.

Mucho se ha especulado sobre la actual pandemia del Covid-19. De pronto, lo seres humanos que hemos sido insensibles desde hace miles de años, nos volvemos más humanos, más tolerantes, más solidarios; de pronto comprendemos que nuestra existencia es tan frágil sobre la faz de la tierra, que incluso un virus invisible puede acabar con ella en cuestión de días o de horas; nos damos cuenta de que ese agricultor que nos abastece diariamente de fruta, verdura y hortaliza, es más importante que todas las mineras juntas, que todas las petroleras juntas, que todos los tanques de guerra juntos. De pronto empezamos a valorar que las fastidiosas idas al mercado o al súper, ahora son un regalo de la vida que solo lo podemos hacer en determinadas horas y en determinados días; echamos de menos las caminatas por la ciudad pasando inadvertidos ante las miradas de otros seres humanos que deambulan también sin preocupación alguna. Vemos que la vida toma otro sentido, que lejos de la despiadada competencia, toma otro colorido.

En la BBC de Londres se leía hace unos días un interesante artículo en el que decía que ocho personas son dueñas de casi la mitad de la riqueza mundial y entonces surge la pregunta: ¿esa gigantesca riqueza les ayuda en algo ahora que esas personas están encerradas? ¿De qué sirve la ambición o el poder si no podemos respirar el aire libremente? ¿Si no podemos caminar libremente, si no podemos reír libremente?

De pronto llegamos a la conclusión de que un mundo mejor no está distante, de que antes que termine nuestro paso por la tierra como humanidad, es posible respetar a los animales, es posible vivir sin la contaminación brutal a las que nos condenan las gigantescas empresas en nombre del desarrollo; que es posible movilizarnos a pie y que ciertamente no necesitamos explotar a otros seres humanos para sobrevivir.

Si no llegamos a sucumbir en esta pandemia, nos habremos dado cuenta de que de nada vale la supremacía racial o la riqueza excesiva, de nada valen los templos, de nada vale el poder o la ambición si no estamos verdaderamente dispuestos a cambiar como humanidad. (O)

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