Lo que nos quedó

Yadira Torres

Después de la rebelión suscitada en el país, quedaron ciertos sinsabores marcados por el resentimiento y la división. Este país perfilado como democrático y con cierto deterioro económico, se destiñó con irrefutables colores sombríos de violencia, vandalismo, racismo y traición a la Patria.

Qué difícil asimilar el dolor del pueblo, la barbarie, el odio satánico del político aprovechador; la traición de quien se hospeda en el país y vende como Judas a sus coterráneos por unas cuantas monedas. Nos quedó la tristeza, la soledad, el humo del gas que cierra los pulmones y enrojecen hasta el llanto los ojos, nos quedó en la conciencia la sonrisa momentánea del tiro empujado por el coraje, de la impotencia por el deber que tiene que cumplir y el olor a podredumbre que despide el traje invisible; la sangre que se impregna en los sentidos y la conciencia absurda de quien no tiene asidero, respuestas y compasión.

Queda grabado en los oídos, el sonido que emanan las cacerolas retorcidas por el golpe, replicando el auxilio desde el interior de las viviendas; las pérdidas materiales, la paralización, las andanadas de insultos. Nos queda la ilusión por conservar el agua, por acceder a la alimentación, medicina, y; es que el páramo a pesar de su extraordinaria belleza nos brinda lo suficiente para compensar la carestía de la vida.

Nos queda desesperanza por la lección de ejecutar violencia para conseguir algo, dolor, gritos arrancados del alma por un padre, un hijo, un amigo que se va; que buscó alas para volar al infinito donde la paz lo pueda cobijar.

Qué latente tiranía, irracionalidad, vandalismo, tortura; pero también bondad, generosidad, la oración pronunciada en el silencio, solidaridad, amor, compasión, la bala rescatada por el mandil blanco en una lucha con la muerte, el servicio y la paz. (O)

[email protected]

Yadira Torres

Después de la rebelión suscitada en el país, quedaron ciertos sinsabores marcados por el resentimiento y la división. Este país perfilado como democrático y con cierto deterioro económico, se destiñó con irrefutables colores sombríos de violencia, vandalismo, racismo y traición a la Patria.

Qué difícil asimilar el dolor del pueblo, la barbarie, el odio satánico del político aprovechador; la traición de quien se hospeda en el país y vende como Judas a sus coterráneos por unas cuantas monedas. Nos quedó la tristeza, la soledad, el humo del gas que cierra los pulmones y enrojecen hasta el llanto los ojos, nos quedó en la conciencia la sonrisa momentánea del tiro empujado por el coraje, de la impotencia por el deber que tiene que cumplir y el olor a podredumbre que despide el traje invisible; la sangre que se impregna en los sentidos y la conciencia absurda de quien no tiene asidero, respuestas y compasión.

Queda grabado en los oídos, el sonido que emanan las cacerolas retorcidas por el golpe, replicando el auxilio desde el interior de las viviendas; las pérdidas materiales, la paralización, las andanadas de insultos. Nos queda la ilusión por conservar el agua, por acceder a la alimentación, medicina, y; es que el páramo a pesar de su extraordinaria belleza nos brinda lo suficiente para compensar la carestía de la vida.

Nos queda desesperanza por la lección de ejecutar violencia para conseguir algo, dolor, gritos arrancados del alma por un padre, un hijo, un amigo que se va; que buscó alas para volar al infinito donde la paz lo pueda cobijar.

Qué latente tiranía, irracionalidad, vandalismo, tortura; pero también bondad, generosidad, la oración pronunciada en el silencio, solidaridad, amor, compasión, la bala rescatada por el mandil blanco en una lucha con la muerte, el servicio y la paz. (O)

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Después de la rebelión suscitada en el país, quedaron ciertos sinsabores marcados por el resentimiento y la división. Este país perfilado como democrático y con cierto deterioro económico, se destiñó con irrefutables colores sombríos de violencia, vandalismo, racismo y traición a la Patria.

Qué difícil asimilar el dolor del pueblo, la barbarie, el odio satánico del político aprovechador; la traición de quien se hospeda en el país y vende como Judas a sus coterráneos por unas cuantas monedas. Nos quedó la tristeza, la soledad, el humo del gas que cierra los pulmones y enrojecen hasta el llanto los ojos, nos quedó en la conciencia la sonrisa momentánea del tiro empujado por el coraje, de la impotencia por el deber que tiene que cumplir y el olor a podredumbre que despide el traje invisible; la sangre que se impregna en los sentidos y la conciencia absurda de quien no tiene asidero, respuestas y compasión.

Queda grabado en los oídos, el sonido que emanan las cacerolas retorcidas por el golpe, replicando el auxilio desde el interior de las viviendas; las pérdidas materiales, la paralización, las andanadas de insultos. Nos queda la ilusión por conservar el agua, por acceder a la alimentación, medicina, y; es que el páramo a pesar de su extraordinaria belleza nos brinda lo suficiente para compensar la carestía de la vida.

Nos queda desesperanza por la lección de ejecutar violencia para conseguir algo, dolor, gritos arrancados del alma por un padre, un hijo, un amigo que se va; que buscó alas para volar al infinito donde la paz lo pueda cobijar.

Qué latente tiranía, irracionalidad, vandalismo, tortura; pero también bondad, generosidad, la oración pronunciada en el silencio, solidaridad, amor, compasión, la bala rescatada por el mandil blanco en una lucha con la muerte, el servicio y la paz. (O)

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Después de la rebelión suscitada en el país, quedaron ciertos sinsabores marcados por el resentimiento y la división. Este país perfilado como democrático y con cierto deterioro económico, se destiñó con irrefutables colores sombríos de violencia, vandalismo, racismo y traición a la Patria.

Qué difícil asimilar el dolor del pueblo, la barbarie, el odio satánico del político aprovechador; la traición de quien se hospeda en el país y vende como Judas a sus coterráneos por unas cuantas monedas. Nos quedó la tristeza, la soledad, el humo del gas que cierra los pulmones y enrojecen hasta el llanto los ojos, nos quedó en la conciencia la sonrisa momentánea del tiro empujado por el coraje, de la impotencia por el deber que tiene que cumplir y el olor a podredumbre que despide el traje invisible; la sangre que se impregna en los sentidos y la conciencia absurda de quien no tiene asidero, respuestas y compasión.

Queda grabado en los oídos, el sonido que emanan las cacerolas retorcidas por el golpe, replicando el auxilio desde el interior de las viviendas; las pérdidas materiales, la paralización, las andanadas de insultos. Nos queda la ilusión por conservar el agua, por acceder a la alimentación, medicina, y; es que el páramo a pesar de su extraordinaria belleza nos brinda lo suficiente para compensar la carestía de la vida.

Nos queda desesperanza por la lección de ejecutar violencia para conseguir algo, dolor, gritos arrancados del alma por un padre, un hijo, un amigo que se va; que buscó alas para volar al infinito donde la paz lo pueda cobijar.

Qué latente tiranía, irracionalidad, vandalismo, tortura; pero también bondad, generosidad, la oración pronunciada en el silencio, solidaridad, amor, compasión, la bala rescatada por el mandil blanco en una lucha con la muerte, el servicio y la paz. (O)

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