Carlos Enrique Correa Jaramillo
En una página de Facebook leía un pensamiento junto a una fotografía de Einstein. Daba la impresión de que este premio Nobel era el autor de ese pensamiento. Sin embargo, no era así.
Muchas ocasiones se utiliza este recurso de adjudicar pensamientos que parecen acertados, a personajes famosos, para que se los acepte más fácilmente. Lo cual no deja de ser un engaño. Y una ingenuidad de quienes no se toman la molestia de averiguar las fuentes de esa información.
Einstein fue un ser humano de cualidades extraordinarias. Sin embargo, fue un hombre de carne y hueso como todos los demás. A veces se llega a endiosar a las personas y parecería que estamos ante un ser sin errores, intachable.
La ciencia también es endiosada. Pero igual está sujeta a errores. No se trata de un conocimiento absoluto, inconmovible, apodíctico. Un conocido científico decía que la ciencia no es sino una constante comprobación de los errores que cometemos.
Así, por ejemplo, hasta 1820 se creía que no había relación entre electricidad y magnetismo. Fue Oersted quien demostró que sí había relación. Por otro lado, Aristóteles propuso la teoría de que la vida podía generarse de manera espontánea, teoría que se mantuvo hasta mediados del siglo XVII. Hoy la ciencia no la acepta.
Antiguamente se creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra. Fue primeramente el canónigo Copérnico y luego Galileo, que propusieron la teoría de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol.
Así que aferrarse a una teoría científica como que es definitiva, sería negar el avance de la ciencia. Ya en estos tiempos se está poniendo en tela de juicio la teoría de la relatividad y es posible que dentro de unos cuantos años se presente otra que la supere… ¡pero que no será la definitiva!
¡Al menos así lo dice un gran filósofo…! (O)