Desde el piso

SANTIAGO OCHOA

Todos en algún momento nos hemos sentido derrotados, todos en algún momento hemos intentado hacer algo bueno, cumplir una meta o un objetivo, y a pesar del esfuerzo que le hayamos puesto, a pesar de las horas que hayamos invertido, no conseguimos un buen resultado, perdimos, o incluso fracasamos. Seguramente muchas veces hemos sentido que nos chocamos de frente contra un muro de concreto y seguramente muchas veces hemos querido dar un paso al costado; pero, como decía Orison Marden: “No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos.” Incluso a veces, las derrotas tienen algo positivo, en palabras de Borges: “hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria”.

Es que nos hemos preocupado tanto por triunfar, por conseguir una meta, o por llegar al destino, que hemos descuidado el disfrutar del camino. Pero, si queremos lograr algo, seguramente de tanto golpear el muro de concreto, logremos derribarlo, aunque necesitemos más esfuerzo o más tiempo, debemos seguir intentándolo. Si queremos subir, debemos enfocarnos en cada escalón en el que estamos, incluso si tropezamos y retrocedemos algunos.

Superar el fracaso es aprender de él, es saber que los errores deben reconocerse, corregirse y que incluso a veces, sin equivocarnos, podemos fracasar.

Si tenemos miedo, debemos intentarlo con miedo, si tenemos dolor, debemos intentarlo con dolor, si hemos caído al piso no queda más que levantarnos, debemos seguir intentando, ya sea por necesidad, por gusto o, aunque sea por capricho, pues si fracasamos mil veces, hay que intentarlo mil y una vez.

Superar el fracaso es entender que ningún marinero se hizo en aguas mansas, ningún deportista triunfó sin cansancio, ningún buen profesional consiguió su título sin malas noches y ningún buen momento sucedió sin superar los malos. (O)

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