Assange y su viacrucis

Giovanni Carrión Cevallos

Cuando Ecuador otorgó el asilo diplomático a Julian Assange, allá por el año 2012, lo hizo amparado en el derecho internacional con el propósito de otorgarle seguridad al programador y hacker australiano, es decir, para que no peligre su vida o integridad personal, sobre todo, por el riesgo de ser extraditado a los EE.UU. en donde existe la figura de la pena de muerte o el peligro a ser sometido a tortura, más aún cuando las filtraciones realizadas por WikiLeaks expusieron ante la opinión pública mundial las atrocidades y la doble moral de la política exterior norteamericana.

El hecho es que Assange se mantuvo por casi siete años en la Embajada del Ecuador en Londres en condición de asilado, hasta que el Presidente del Ecuador decidió de pronto retirar el asilo y permitir que la policía británica coloque sus botas al interior de nuestra misión diplomática y detenga al aplaudido periodista, pirata informático o malcriado, según la óptica con la que se lo mire.

Ciertamente, la terminación del asilo político a Assange, más allá de las explicaciones que daban cuenta de un comportamiento inapropiado del australiano, lesionó en extremo a una institución respetable como el asilo diplomático. Después de esto, ¿quién se ‘arriesgará’ a solicitar en lo futuro asilo político en Ecuador?

El canciller José Valencia, para apaciguar los ánimos en su momento, dijo que tienen las garantías de que Inglaterra no extraditará a Julian Assange. Lo cierto es que hace pocas horas el Secretario del Interior del Reino Unido dio paso a ese requerimiento, cuyo trámite final está en manos de los tribunales ingleses.

La inminente extradición de Assange a EE.UU. evidencia con claridad que en relaciones internacionales no hay países amigos ni enemigos, sino intereses. Lo de la garantía no fue más que papel mojado. (O)

@giovannnicarrion