Vender humo

Franklin Barriga López

Desde los tiempos de la Roma clásica, especialmente en el campo del Derecho, está vigente la frase “venditio fumi” que, obviamente, en su traducción castellana, ha sido incorporada al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.

Significa el ofrecimiento de algo que no está respaldado por la evidencia, vacío, poco definido, lo que en la era contemporánea sería uno de los productos que existen en el escenario de la posverdad, de la mentira que se pretende presentar como verdad.

Los vendedores de humo proliferan en las campañas electorales; son los politiqueros a los que nadie cree pero que se les tolera, acepta y hasta se les brinda el voto en las urnas, debido a esas prácticas de la política criolla donde se funden lo falaz y lo agresivo con lo cómico y lo ridículo, en increíble simbiosis que no llama la atención de nadie por ser algo común y corriente, hasta esperado, en muchedumbres que prefieren el circo al pan.

En estas condiciones de embuste y desorientación, personajes realmente valiosos y de amplia experiencia frecuentemente son desplazados por elementos con poca o ninguna prestancia, que se valen de simulaciones y patrañas para captar el tan apetecido voto de la masa sedienta de agravios, comparsa y revanchismo, que, al poco tiempo, retorna a su crónica desilusión originada por esos líderes con pies de barro y rabo de paja.

La propaganda electoral y las redes sociales, dan rienda suelta a la corriente de simulación que no diferencia lo realmente sustantivo del engaño disfrazado, contumaz y cínico. Luego, aparecen los arrepentimientos tardíos y contraproducentes para una sociedad que no encuentra la ruta para salir del subdesarrollo, porque le venden humo y no las simientes para el bienestar y el adelanto.

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